Es probable que quienes identifican la infancia con el paraíso
perdido mientan de forma inconsciente o amnésica. Es probable, de igual forma,
que quienes apenas separan ese territorio vital del infierno exageren también.
La infancia, como todas las etapas cronológicas del ser humano, es un
constructo que elaboramos gracias a recuerdos, fotografías, impresiones (muchas
veces desvirtuadas por la lejanía temporal), testimonios laterales y
reflexiones a posteriori. Con esos
ingredientes se obtiene un cóctel de imprevisible graduación alcohólica, que
los escritores manejan con frecuencia.
Rodolfo Notivol lo hace con gran brillantez en Autos de choque, una colección de
relatos del año 2003 que, en la contraportada del volumen, editado por Xordica,
es definida como “novela disfrazada de libro de cuentos”. Quizá sea verdad,
sobre todo por dos características: la primera, que sus protagonistas son
siempre los mismos (unos chavales que aletean y crecen y se pelean y descubren
el sexo y sobreviven en las afueras de Zaragoza, rodeados de eriales, pandillas
asalvajadas, borrachos de vida triste, madres silenciosas y cigarrillos
furtivos); la segunda, que el espíritu que preside las narraciones es idéntico
en todas: una ponderada mezcla de conformismo, rebeldía, rabia y observaciones
lánguidas, que perfuman de forma especial este magnífico tomo.
Destacaría los relatos “Un as del fútbol” (que conecta la actualidad del relato con las atrocidades derivadas de la guerra civil de 1936), “El teléfono y Julio Verne” (ese niño que, mientras su familia espera la muerte inminente del padre, duerme en la casa de un amigo), “El mejor equipo del mundo” (la triste impotencia de un peón para acercarse con su hijo hasta un futbolista famoso, para que les firme un autógrafo) o “La maldición de Tarzán” (el destino aciago de un carnicero, que se queda sin voz tras años de imitar admirativamente los alaridos cinematográficos de Johnny Weissmuller); pero sin que ninguno de los restantes admita la etiqueta de menor. En este volumen hay dureza, hay lirismo, hay retrato de época, hay ternura, hay sociología. Es, me parece, un hermoso trabajo.
1 comentario:
Desconocía por completo el nombre de este escritor. Tomo la debida nota pues viniendo de ti sé que es un autor de calidad.
Un abrazo
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