miércoles, 11 de agosto de 2021

Atropia



En todas las poblaciones hay, al menos, un tipo pintoresco, extravagante o raro, al que sus vecinos aceptan o sobrellevan con la paciencia que da la costumbre, pero que provoca la perplejidad de los forasteros. En el pueblo donde se centra la narración de Atropia, la novela que el sello Doblecé Ediciones ha publicado a Manuel Susarte Román (Mula, 1973), se trata de Andrés Figueras, un antiguo y brillante ingeniero al que la desdichada muerte de su esposa e hija ha convertido en un alcohólico y un huraño. Pero ha bastado que retorne a la población uno de sus hijos pródigos (Juan, que ahora trabaja como periodista en Madrid) para que la figura de Andrés se invista con otros ropajes, donde ya no dominan tanto el desdén o la misantropía como la protección. Juan lo comprenderá poco a poco cuando comience a tener visiones turbadoras en las que una voz misteriosa (que él relaciona con Figueras) susurra en el interior de su cerebro el nombre de una persona que, poco después, muere. ¿Qué sentido tienen esos macabros avisos premonitorios? ¿Por qué han comenzado a producirse? ¿Qué significan las sombras cuyo despliegue Juan contempla aterrorizado cuando tienen lugar los fatídicos accidentes? Y, sobre todo, ¿cuándo terminará esa atroz pesadilla?

Elegante en el planteamiento, convincente en su desarrollo narrativo y rotundo en el manejo de los tiempos, Manuel Susarte logra que el inquietante zumbido de esta novela (que por momentos recuerda gozosamente a algunas producciones de Stephen King) nos mantenga aferrados a las páginas, anhelando conocer la resolución del enigma.

Un debut novelesco de lo más prometedor.

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