El infierno (lo aseguraba Jean-Paul Sartre) son los demás. Y
algún hilo de esa idea debe de moverse por la cabeza de Alejandro, un chico
que, a sus catorce años, ha sentido muy cerca al Demonio y, devorado por la
angustia y el temor, se obstina en acabar con él. Porque, además, sabe
perfectamente dónde se refugia ese representante del Mal: en las dependencias
del instituto Francisco de Asís, de Murcia. Él ha oído sus pasos, olido su
fetidez, sentido su tacto infame y notado la cercanía purulenta del Señor de
las Tinieblas. Debe eliminarlo. Debe acabar con esa pesadilla, que quizá
amenace pronto al resto de estudiantes del centro… Pero lo que realmente ocurre
es muy distinto: el cadáver de Alejandro aparece en el patio del centro
escolar. En apariencia, se ha lanzado desde la azotea para buscar la muerte.
¿Suicidio? ¿Asesinato?
El inspector Augusto Salas (que goza de un prestigio
profesional muy sólido) y la policía Carmen Reverte (llegada desde Madrid para
apoyar en la investigación) tomarán las riendas de la extraña muerte, que
pronto se complica con otra y con una serie de oportunos accidentes que parecen
destinados a intimidarlos y que abandonen sus pesquisas.
Religiosos ambiguos, interminables obstáculos administrativos,
descubrimientos sorprendentes y, sobre todo, una atmósfera cenagosa, propiciada
por la excelente mano narrativa de José Antonio Jiménez-Barbero, van
envolviendo al lector, que nota cómo su sistema respiratorio se ve en ciertos
tramos de la obra alterado por el ritmo de la novela. Y que, desde luego,
termina aplaudiendo el desarrollo de la acción y su final luminoso.
No es nada extraño que la obra recibiera el premio Palin del año 2018: es una magnífica propuesta negra, que se lee con inquietud creciente y que resulta imposible de abandonar hasta su última página.
2 comentarios:
Me parece fantástica, ideal para mí. A la saca con ella 😉💋
Pues me han dado ganas de leerla. tus comentarios son una garantía.
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