Es verdad
que el odio no requiere para desplegarse y ejercerse ninguna condición especial
en la víctima salvo, quizá, su espíritu vulnerable: el saber que las gafas, el
color de su piel, los kilos de más, el acento extranjero o la deformidad física
que lo acompañan facilitan el desarrollo de la crueldad insensata. También es
verdad que la inhibición o el silencio de quienes conocen o presencian el
salvajismo del maltratador ayudan a fortalecer en él la sensación de impunidad.
En el
mundo de la enseñanza (colegios e institutos), este fenómeno lamentable que
siempre ha existido, aunque no con la virulencia sádica que ahora permiten las
redes sociales y los teléfonos móviles, recibe el nombre de acoso (me resisto a la palabra inglesa,
innecesaria en nuestro idioma). Y Santiago es en esta novela de José Antonio
Jiménez-Barbero la víctima elegida por Sergio, Susana, José Andrés y otros
descerebrados, capitaneados por Nacho, como blanco de sus insultos, agresiones e
intimidaciones. El chico, que vive en un entorno familiar muy delicado (un
padre con problemas de alcoholismo y paro; una madre que tuvo que aceptar un
trabajo precario para conseguir algo de dinero) y que carece de amigos que lo
apoyen, tendrá que vérselas con esta desagradable situación sin más ayuda que
la que le ofrece algún profesor bienintencionado y, sobre todo, su nueva amiga
Lucía, recién llegada al colegio.
Pero la
espiral de violencia que cerca al chico no hará sino crecer: desde las burlas
hasta la agresión física, desde la difusión de imágenes suyas en Internet hasta
las chanzas telefónicas. Y los acosadores pronto se darán cuenta de que
Santiago (tan firme en su resistencia) tiene un punto vulnerable: por ahí
comenzarán ahora a atacarlo.
Novela
dura, incómoda, realista y virulenta, El
niño que no quiso llorar nos lleva de la mano por terrenos pantanosos hacia
los que habitualmente no dirigimos la mirada, porque su crudeza nos resulta
desasosegante y nos muestra la zona en sombra de algunos de nuestros niños y
adolescentes.
2 comentarios:
Texto los matones de recreo los chulitos que no tiene nada más que en valor cuando se sienten arropados, mequetrefes que son unos mequetrefes... Ni la dureza ni la incomodidad me frenan a la hora de coger un libro, la pereza sí 🙄😅💋
Ufff... Intuyo una novela dura que deja huella. Me la apunto para próximas lecturas ;)
Besos.
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