Termino el estudio antropológico El mono desnudo, de Desmond Morris, que me traduce J. Ferrer Aleu (RBA, Barcelona, 1993) y que, desde una vieja conversación con mi amigo Paco Giménez Gracia, tenía muchas ganas de abordar.
Y lo primero que se me ocurre decir es que reconozco mi perplejidad (¿o mi instintivo rechazo?) ante los planteamientos del autor. Es verdad que somos monos desnudos, y es verdad que lo sabemos; pero nos gusta imaginar que hemos distanciado mucho a ese lejano pariente, y que apenas nos unen a él pequeños tics ocasionales. No obstante, llega la estadística y el análisis riguroso, y hay que aceptar la evidencia: tampoco hemos sido capaces de avanzar demasiado en el camino de la civilización.
Jamás había reflexionado tanto sobre el significado profundo de acariciar a un animal, o de rascarme, o el hecho de comer los alimentos calientes, o los ritos religiosos como ceremonia de sumisión al macho dominante. Las observaciones e ideas de Morris en este volumen constituyen una verdadera revelación. Que irrita (quién lo dudará), pero que enriquece.
Subrayo con una sonrisa esta frase del tomo: “El Homo sapiens (...) es un mono muy parlanchín, sumamente curioso y multitudinario”.
1 comentario:
No soy mucho de este tipo de lecturas, tiendo al aburrimiento fácilmente 🙄 lo de acariciar a un animal...¡Anda! si lo estoy haciendo ahora, tengo un gato en mi regazo 😂💋
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