Leo con
interés un volumen de análisis psicológicos sobre Luis Buñuel, Salvador Dalí,
Manuel de Falla, Federico García Lorca e Ignacio Sánchez Mejías, que lleva por
título El drama oculto y del que es
autor Emilio Valdivielso Miquel (Ediciones de La Torre, Madrid, 1992).
En sus
páginas descubro detalles que ignoraba, como lo retorcidos que eran los sueños
de Buñuel y su animadversión brutal hacia los homosexuales (pensaba que el
retrato que sobre él trazaba Juan Manuel de Prada en Las máscaras del héroe tenía un poco de novelesco e hiperbólico);
de Dalí corroboro que se trataba de un simple muñeco en las manos de Gala (por
la que Valdivielso muestra una repugnancia extrema, que no se molesta en
disimular); de Falla me sorprende un poco su religiosidad pacata, de la que
tenía algunas noticias parciales; de Sánchez Mejías me anonada su elevada
cultura; y de Federico García Lorca no recibo ninguna información nueva (lo
cual resulta lógico, tras haber leído varios libros enjundiosos sobre él,
firmados por Ian Gibson y otros autores).
Hasta
ahí, todo fenomenal y digno de aplauso.
El
problema viene cuando, caminando por las páginas del libro, me encuentro con
los abundantes disparates ortográficos que lo salpican y afean: “urgar” (p.11),
“provó” (p.21), “extremecedora” (p.137), etc. Lástima que la editorial no
contase con un digno corrector de pruebas, o que el autor andase tan ciego a la
hora de repasar las galeradas.
1 comentario:
¡Virgen del amor hermoso! Eso no son errores ortográficos, son atentados terroristas contra el lenguaje, armas de destrucción masiva para la literatura 🤯😵🤬
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