Leo un
interesante libro inútil de Ángel María de Lera, titulado Carta abierta a un fanático y publicado en 1975, varios meses antes
de la muerte de Franco. Y me apresuro a aclarar dos detalles de mi anterior
frase. La primera, que el adjetivo “inútil” no pretende ser peyorativo, sino
lánguido: por coherencia cavernícola, ningún fanático leerá esta obra, con lo
cual los agudos mensajes que el escritor de Guadalajara le lanza, para que
reflexione y enmiende su tozudez agresiva, caerán en saco roto; la segunda, que
la fecha de publicación (abril de 1975) es importante, porque el ensayista
critica con la misma intensidad los desvaríos de la extrema izquierda y de la
extrema derecha, equilibrio nada fácil cuando España se hallaba aún inmersa en
una dictadura fascista: ni los levantiscos de la revolución, ni los
carpetovetónicos del Régimen debieron de aplaudir con demasiado fervor estas
páginas mesuradas, profundas e inteligentes.
Le afea
al fanático que huya del contraste de ideas (p.9); que abomine de todas las
discusiones, porque “desfiguran y debilitan la verdad, tu verdad. ¿Qué es eso de oponerse a lo que no te ofrece ninguna
duda?” (p.13); que sea ridículamente pequeño incluso a la hora de odiar (“Tú
eres un bárbaro. Y ni siquiera un gran bárbaro como Atila, Gengis-Kan, Tamerlán
o Hitler, sino un alevín de bárbaro”, pp.19-20); de su soberbia impermeable
(“Alardeas de que estás en posesión absoluta de la verdad, de que tu rumbo es
infalible y de que, por eso, no necesitas el consejo de nadie”, p.41); y de que
su actitud genera, por enfrentamiento, otras intolerancias de signo contrario,
igual de despreciables y peligrosas (“Toda acción fanática provoca la
fulminante respuesta antifanática que, a su vez, se convierte en fanática”,
p.98).
Muchos
problemas podrían resolverse (o al menos suavizarse) en la España de nuestros
días si este libro fuera leído de una forma reflexiva y pausada.
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