Jamás dos
caballos generaron tanto conflicto como el que provocan en las riberas del
Havel, a mediados del siglo XVI, los del tratante Michael Kohlhaas, “uno de los
hombres más honrados y a la vez más terribles de toda su época”. Obligado por
el caballero Wenzel von Tronka a dejarlos en prenda en su castillo mientras
abona un impuesto ficticio que este último se inventa para escarnecerlo, los
dos hermosos animales son mal alimentados, empleados en labores agrícolas y, en
fin, convertidos en desechos.
Tras
solicitar una compensación y recibir burla tras burla, desdén tras desdén y
humillación tras humillación, Kohlhaas organiza una partida de hombres y se alza
en armas contra Von Tronka, quien cada vez se asusta más de la fiereza de su
oponente, que quema y mata a su paso mientras lo persigue. La situación llega a
tal nivel de pánico social que el mismísimo Lutero celebra una entrevista con
el tratante de caballos y lo amonesta por su actitud (“¿Quién te ha dado el
derecho de pronunciar por ti decisiones jurídicas y de tratar de ponerlas en
ejecución cayendo sobre Wenzel von Tronka? ¿Quién te ha dado el derecho, al no
encontrarle en su castillo, para asolar a sangre y fuego toda la comunidad que
le protege?”). Aplaudido al principio por el pueblo, pronto es juzgado con
severidad por el mismo pueblo, que califica su actitud de intolerable. De esa
forma, pronto los acontecimientos se precipitarán en su contra.
Una
estupenda narración de Heinrich von Kleist sobre cómo la legítima sed de
justicia puede degenerar en crímenes más monstruosos que el que causó la
acción. Merece ser leída y aplaudida incluso en la actualidad.
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