miércoles, 4 de diciembre de 2019

Eco de cenizas




En esta obra teatral, premiada y editada por la universidad de Sevilla, se nos presenta a Alfredo, un hombre que se ha encerrado en una estancia metálica, claustrofóbica, que pronto identificamos como un refugio antinuclear. Durante un tiempo vivió obsesionado con la idea de que la guerra era inminente, y se hizo construir este local subterráneo, en el que pensaba sepultarse cuando el conflicto estallase por fin. Su esposa María comprendió que se trataba de un “pobre loco, maníaco, paranoico o como quiera que se llame” (p.24); y a través de una serie de apariciones fantasmales (que incluyen a la esposa, a dos o tres amigos e incluso al antiguo jefe de Alfredo) vamos descubriendo las migajas de un pasado agrio y lleno de pústulas: que el protagonista era consciente de que su mujer lo estaba engañando, que llegó a golpearla, que mantuvo una extraña relación con su madre, etc. Alfredo, aferrándose a la certidumbre de que ha hecho lo único que podía hacer, declara: “Yo he elegido esconderme como un ratón para no morir como una hormiga en el hormiguero” (p.40). Pero María le lanza una afirmación perturbadora, que él se niega a considerar: “Tal vez te aterre la idea de que mientras tú crees que eres el único que queda, resulte que eres el único que falta” (pp.46-47). O, dicho de un modo más brusco y más desasosegante: ¿podría ser que Alfredo se haya metido en el refugio demasiado deprisa? ¿Y si alguien anuló en el último minuto la fatídica orden de apretar el botón? Él no puede saberlo, pues los medios para comunicarse con el exterior (radio, ordenador) están rotos. No hay forma de comprobarlo sin riesgo. En el monólogo desgarrado que repleta la parte final de la obra ya no aparecen los espectros de otros personajes. Alfredo está solo. Irremediablemente solo. Angustiosamente solo. Y el miedo lo empieza a consumir.
Una obra madura, inquietante y penetrante, que ya mostraba las primeras luces de un camino teatral que iba a ser (que está siendo) largo y exquisito.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Teatro!!!! La magia de las tablas, ese escenario que hechiza, el público, a veces hostil, pero que siempre te despierta el ansia de darlo todo ¡Teatro! Ay, me encanta.

Besitos 💋💋💋