El poeta
y narrador Ángel Manuel Gómez Espada (Murcia, 1972) publicó, en el año 2000 su
obra Mediodía en la otra orilla,
encabezada por unas líneas en las que el autor manifestaba su firme voluntad de
escribir una poesía lúdica, anecdótica y sin pretensiones, con el argumento de
que quienes aspiren a superar “a autores de la talla de Borges, Pessoa, Cernuda
(no digamos ya a Homero o a Quevedo) están perdiendo un tiempo precioso que
mejor dedicarían a sus seres más queridos” (p.8).
Lo que no
explicaba el inteligente y brillante poeta es que mediante el ardid de
presentarnos sus textos bajo el disfraz de lo humilde nos estaba regalando unas
reflexiones existenciales de notable vigor (“Maneras de no estar muerto”),
relecturas enriquecedoras de los clásicos antiguos y modernos (“Que veinte años
no es nada”) o amargas poetizaciones del mundo que nos rodea, tan pródigo en
crueldades, paradojas e insensateces (“Recortes de periódico”).
El libro
(que se remata con cuatro espléndidas páginas de dedicatorias y aclaraciones)
resulta muy agradable de leer y está teñido por un barniz de desenfado que,
dotándolo de una apariencia festiva y a veces zumbona, no le merma ni un ápice
de calidad ni de inteligencia creadora. Era el primer paso de una carrera
literaria que ha seguido una admirable línea ascendente y que aún nos dará
espléndidas sorpresas en el futuro.
1 comentario:
No me cansaré nunca de decirte la labor tan encomiable qué haces barriendo para casa, estando uno orgulloso de los suyos y dándolos a conocer por todas partes, muy bien 👏🏼👏🏼👏🏼💋
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