Es
difícil expresarse, vaciarse, exponerse
líricamente con más desgarro que en el volumen Irremediablemente, que Alfonsina Storni publicó en 1919, en una
época muy dura desde el punto de vista emocional. En sus versos juega con
múltiples combinaciones (frecuenta los pareados, se ejercita en los sonetos,
ensaya con estrofas de endecasílabos y pentasílabos), que le permiten
musicalizar un tomo muy variado, donde los sentimientos más profundos (“Me
vienen estas cosas del fondo de la vida”) quedan envueltos en ritmos diferentes
y donde dominan dos pulsiones arrebatadoras: la tristeza por los desengaños que
le ha ido deparando la existencia (sobre todo en el ámbito del amor) y la
voluntad firme de alzar la mirada tras cada revés, porque la dignidad y el
carpe diem deben presidir los latidos del corazón (“Anda, date a volar, hazte
una abeja / […]/ Mañana el alma tuya estará vieja”).
Delicadamente,
la poeta argentina solicita nuestra escucha y nuestra complicidad, para que
mostremos ante sus poemas una actitud amable, como la de quien se aproxima a
los delicados pétalos de una flor (“Requieren mis jardines piedad de
jardinero”), sobre todo porque nos está permitiendo que miremos dentro de su
alma y teme que esta sinceridad pueda convertirla en un ser demasiado
vulnerable (“Aquí, sobre mi pecho, tengo miedo de todo”). Pero se trata
precisamente de eso: de decirnos cómo está, cómo se siente, qué vientos agrios
zarandean su mente o qué huracanes asolan su corazón. A veces, manejará
fórmulas lingüísticas con sabor añejo (“cabe tus pies”, p.20; “en torno de
nos”, p.46); y otras, osada, se decantará por imágenes más modernas, más
juguetonas, más modernistas.
Y el mar.
Cómo ignorar la presencia del mar en un libro que lo cita de forma constante
(en más del 80% de los poemas se habla de olas, del mar o del agua) y que al
final, como sabemos, se convirtió en su tumba líquida, cuando decidió
entregarse a él en octubre de 1938, consciente de que un cáncer la estaba
devorando a gran velocidad. Ella había predicho que las olas podrían ser su
tumba en caso de desengaño amoroso (“Y una noche triste, cuando no me quieras,
/ secaré mis ojos y me iré a bogar / por los mares negros que tiene la muerte,
/ para nunca más”), pero lo fueron al fin por una erosión orgánica y mental: no
soportaba la idea de verse desmenuzada por el dolor.
Confesional,
desgarrada, palpitante, la poesía contenida en Irremediablemente resulta tan bella como conmovedora, y no ha
perdido ni un gramo de autenticidad.
1 comentario:
Hoy me has ganado desde antes de leer la reseña, y es que la Storni es una de mis grandes debilidades en este mundo 💓💋
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