Lo
bautizaron como Bernabé, aunque prefiere ser conocido por otro nombre, con el
que se identifica más cordialmente: Sab. Vive en Cuba, es mulato, procede de
una estirpe muy elevada (afirma ser hijo de una princesa)… y es esclavo. Toda
su vida ha transcurrido en la hacienda azucarera de don Carlos, donde jamás ha
recibido (así lo asegura) vejaciones ni palizas. En su situación, incluso podría
sentirse razonablemente dichoso (si cabe la dicha cuando se encuentro uno
privado del derecho a la libertad), pero el problema es que está enamorado de
su señorita, Carlota, la hija adolescente de don Carlos. Esta arrebatadora
pasión, que logra mantener en secreto ante todo el mundo, sufrirá un duro golpe
cuando se entere de que un rico heredero acaba de pedir la mano de la muchacha,
y que los padres de ambos se muestran de acuerdo con la unión. Y el golpe es
más duro todavía porque Sab está convencido de que el joven viene a conquistar
a la chica no por su belleza o dulzura sino por el dinero de su progenitor.
Así
arranca la novela escrita en el siglo XIX por Gertrudis Gómez de Avellaneda,
una escritora hispanocubana que se inscribe en la corriente romántica y que nos
muestra aquí sus opiniones sobre el amor, sobre la renuncia, sobre el
sacrificio, sobre la esclavitud y sobre otro buen número de sentimientos
humanos. A veces, éstos resultan exageradamente histriónicos, sobre todo en los
tramos en que se dibuja al personaje protagonista como una especie de santo
laico, virginal y abnegado, capaz de renunciar a todo por el amor purísimo de
la jovencísima Carlota; pero en líneas generales se puede leer la obra sin
demasiado fastidio.
1 comentario:
Bueno, pues si es sin demasiado fastidio, la podría leer 😂
Besitos 💋💋💋
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