Apenas
una semana he tardado en volver a los versos de Oliverio Girondo, del que ahora
descubro sus Calcomanías, cuya
potencia verbal me sigue deslumbrando, al igual que la fortaleza imaginativa de
sus recursos. Creo que no se ha hecho demasiada justicia a este hombre,
amodorrándolo en un escalón secundario de la literatura. Su talento y sus armas
líricas merecían más, mucho más. ¿Por qué no figura entre los “grandes”? Pues
lo ignoro. Para mí, desde luego, se trata de un poeta valioso, al que aplaudo tras
haber leído dos de sus producciones. Quizá (es una posibilidad que deslizo) cada
lector deba construirse de forma individual su propio Olimpo, con los poetas,
dramaturgos, cuentistas, ensayistas o novelistas que han logrado emocionarlo
durante su vida. Creo que Girondo podría estar en el mío.
Dice de
los parroquianos de los cafés que “los limpiabotas les lustran los zapatos
hasta que pueda leerse el anuncio de la corrida del domingo”. Es magistral: un
retrato insuperable. Habla también de personas que “se anestesian de siesta”. Y
cuando retrata para nosotros la angustiosa visión de unos mendigos afirma que
tienen “dos ombligos en los ojos y una telaraña en los sobacos”. Además, se
permite la jocosa irreverencia de anotar que las figuras de un desfile de
Semana Santa tienen “todas las características del criminal nato lombrosiano”.
Qué
estilista. Qué agudo e implacable observador. Qué poeta.
1 comentario:
Imposible no lanzarse a él tras leerte a tí 😏
Besitos 💋💋💋
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