Parece
increíble que el caravaqueño Luis Leante, después de tantos libros y tantos
reconocimientos, continúe siendo capaz de sorprender a los lectores con cada
nueva producción que sale de sus manos. A veces, lo consigue ambientando sus
obras en sitios inesperados (desde Baracoa hasta Guinea); a veces, modificando
los destinatarios de las mismas (circula del público adulto al adolescente o al infantil con
aparente sencillez); y a veces, como ocurre en este volumen, cambiando el
género literario que utiliza para comunicarse con su público. Porque, para
sorpresa de muchos, lo que encontramos aquí son tres piezas teatrales suyas,
que el editor Francisco Serrano reúne en un tomo de hermosa presentación.
En ellas
burbujean seres heridos, desorientados, que se miran a los ojos y cruzan palabras
repetitivas, ambiguas y dolientes, con ecos innegables de Ionesco y de Beckett,
que convierten sus diálogos en fértiles ocasiones para la reflexión. Casi nada
en estas páginas es lo que parece de forma superficial; y el gran reto consiste
en que los lectores se sumerjan en sus líneas y traten de entender el sentido
último, final, hondo, de lo que están escuchando. ¿Quiénes son estas personas? ¿Cuáles son los dolores o traumas que los aquejan? Soslayado el humor, apartado
el absurdo, preterido el nonsense, el
mensaje se convierte en una semilla que se introduce en nuestro cerebro y
genera allí una luz fortísima.
Si la
narrativa de Luis Leante tiene una legión de fervorosos adeptos, sugiero a esas
personas que se paseen también por sus escenas teatrales: es muy probable que
salgan aplaudiendo.
1 comentario:
Uuuh, me lo llevo!!! Sin rodeos, pa mí!! 😉💋
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