Rosalie
von Tümmler, viuda de un militar no demasiado fiel, acaba de cumplir los
cincuenta años, atraviesa el período ingrato de la menopausia y vive instalada
en la parte selecta de la sociedad alemana. Su hija Anna es pintora inteligente
y sensible, con una leve deformidad en el pie, que la hace caminar de manera
defectuosa; su hijo Eduard, más joven, sueña con ser algún día ingeniero. Un día,
para perfeccionar en este último los conocimientos de la lengua inglesa, es
contratado el joven norteamericano Ken Keaton, que se vuelve asiduo visitante
de la casa. La vida, para todos ellos, es educada, apacible y circula sin
sobresaltos.
El único
elemento que viene a perturbar la tranquilidad es que Rosalie, sin poder
evitarlo, comienza a sentir por Ken algo más que gratitud: su corazón palpita
con estruendo en su presencia, la contemplación de sus brazos la perturba y
siente, de un modo inefable, que el amor ha vuelto a florecer en su alma. Ni
siquiera su hija, cuando comparta con ella estas pulsiones, lo encontrará
admisible. Por sorpresa, la naturaleza parece aliarse con la bella Rosalie von
Tümmler, puesto que un día descubre que su menstruación ha vuelto, como un
milagro que el buen Dios le reserva para que sus esperanzas vuelen libres.
A partir
de entonces, el maquillaje, la coquetería y una cierta dosis de intrepidez la
irán acercando a Keaton, quien no podrá por menos que darse cuenta de las claras
intenciones de la dama (una dama que, cierto resulta, podría ser su madre).
¿Será posible, entonces, que una pareja tan disímil lleve a formarse?
Con una
prosa lenta, seductora y de gran finura psicológica, Thomas Mann nos coloca
ante los ojos a unos personajes inolvidables y una acción que, cubriendo todos
los tonos y todos los matices del alma humana (ilusión, análisis emocional,
esperanza, fatalidad, desengaño, fe, crueldad, realismo, amor), deja honda
huella en el lector.
1 comentario:
Nada que rebatir, has traído una obra maestra y atemporal 🤨
Besitos 💋💋💋
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