En
ocasiones (en más ocasiones de las que juzgaríamos normal), una herencia
sustanciosa se convierte en motivo de disputa y hasta de odio entre los
potenciales herederos. José Luis Castillo-Puche, consciente de este hecho,
construye con tales mimbres la novela Hicieron
partes, que arranca en el año 1931, cuando muere don Roque Giménez y se
produce en torno a este fallecimiento un auténtico revuelo de mezquindades,
actitudes buitrescas y voracidad vergonzosa por parte de todos los
beneficiarios de su riqueza.
“Cada
testamento” (nos dice el autor yeclano en la página 51) “abre las heridas de
testamentos antiguos y casi olvidados, y el pueblo vive en cada herencia las
divisiones de una familia y hasta la suerte del pueblo entero, sobre el que
pululan como pájaros sobre la carroña los procuradores y los abogados, en
pleitos sempiternos”. Así ocurre, en efecto.
Pero la
gran ironía justiciera sobreviene cuando, ya libradas las cantidades y
depositadas en las manos de sus nuevos dueños, los destinos de todos comienzan
a torcerse por senderos agrios: ni la Madre Superiora del Asilo de Ancianos, ni
don Luciano, ni Periquín el Borreguero, ni Frasquito y Juana, ni Casimiro el
Jabonero, conseguirán la felicidad que esperan cuando el dinero o las fincas
estén en su poder.
Una
novela dura pero realista de José Luis Castillo-Puche, uno de los mejores
escritores de su generación.
1 comentario:
Huyyyyy, dímelo a mí que hemos acabado a tortas y en los juzgados con la parentela paterna, somos así ¿Para qué discutir pudiendo pelear? 😅
Anotada.
Besitos 💋💋💋
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