Pocos libros
me habrán “perseguido” durante más tiempo que esta novela de J. D. Salinger, de
la que me hablaron en mi juventud pero que nunca me decidí a abrir. Sentía
curiosidad, ciertamente; pero, por lo que fuera, las circunstancias iban
postergando mi aproximación a la obra. Incluso pasó por manos una biografía del
autor, que me produjo enorme interés. Pero continuaba sin sumergirme en la
historia de Holden. Hoy, con el traje de neopreno y las aletas de bucear, me he
decidido por fin a realizar esa inmersión.
Holden
Cauldfield es un chico inteligente y de inquietudes dispersas (practica
esgrima, juega al golf, es un buen lector), que ha visto morir de leucemia a su
hermano menor Allie y que estudia en el colegio de Pencey, del que acaba de ser
expulsado. Durante unos días se dedicará a ir de aquí para allá, mientras su
familia permanece ajena a su expulsión del centro escolar: beberá alcohol, se
hospedará en hoteles infectos, contratará los servicios de una jovencísima
prostituta, recibirá algunos golpes, fumará compulsivamente y, sobre todo, nos
irá dejando sus impresiones sobre el mundo en que vive y sobre las ideas que
tiene acerca de sí mismo, del futuro y de mil temas más.
Para Holden,
todo su entorno (el mundo entero, quizá) está formado por idiotas y cretinos,
ante lo que siempre se muestra altanero desde el punto de vista intelectual. Petulante
en ciernes, cree saberlo todo y de todo tiene la auténtica verdad en sus manos,
sin que exista posibilidad de discutírsela. Odia los convencionalismos (“Me paso el día entero diciendo que estoy
encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero
supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de esas”),
cobija unas ideas religiosas muy claras (“Soy un poco ateo. Jesucristo me cae
bien, pero con el resto de la
Biblia no puedo. Esos discípulos, por ejemplo. Si quieren que
les diga la verdad no les tengo ninguna simpatía. Cuando Jesucristo murió no se
portaron tan mal, pero lo que es mientras estuvo vivo, le ayudaron como un tiro
en la cabeza. Siempre le dejaban más solo que la una. Creo que son los que
menos trago de toda la Biblia ”)
y es, en el fondo, un adolescente perdido que no sabe por dónde tirar, aunque
su jactancia le impida darse cuenta. Ahí está la clave del protagonista, que
quizá no habría advertido si me hubiera abalanzado sobre la novela con 18 años.
Ventajas de la madurez.
El mejor instante del libro se produce,
en mi opinión, cuando su hermana le pregunta qué le gustaría ser en la vida. La
respuesta de Holden es antológica: “Muchas veces me imagino que hay un montón
de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero
decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un
precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto
empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso
es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián
entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me
gustaría hacer”.
Al contrario de lo que ocurre con otros
textos “juveniles”, esta novela puede ser leída en la madurez sin ningún rubor.
Es sin duda un buen libro. Sobrevalorado (como todas las obras maestras), pero
un buen libro.
3 comentarios:
Lo tengo en la mesilla para meterle la retina.
Yo no soy quien para saber si está sobrevalorado, pero lo leí por primera vez a los 14 años y se convirtió en el libro de mi vida. Tengo diversas ediciones (desde 1961, Argentina: "El cazador oculto") y lo releo periódicamente. Ya leía apasionadamente, pero JD Salinger me deslumbró.
Acabo de terminar su lectura. Me ha dejado abrumado y necesitaba leer un análisis ajeno a mi percepción.
Gracias
Publicar un comentario