Nos
encontramos en plena Tercera Guerra Mundial. Un grupo de soldados se encuentran
encerrados en unas dependencias donde deberán durante tres meses hasta nuevas órdenes.
Todos ellos arrastran o esconden un pasado turbio: alguno se negó a formar
parte de un piquete de ejecución, otro intentó desertar, otro mató a un
sargento, otro fue un especulador que vendió la harina de sus compañeros…
Resulta difícil distinguir qué tienen de escoria y qué de tristes
supervivientes.
Al mando de
este singular grupo se encuentra el cabo Goban, que con su espeso despotismo tiene
claro lo que se espera de él y de sus hombres: “Necesito
una escuadra de soldados para la muerte. Los tendré. Los haré de vosotros. Los
superiores saben lo que han hecho poniendo esta escuadra bajo mi mando. Voy a
ir con vosotros hasta el final. Voy a morir con vosotros. Pero vais a llegar a
la muerte limpios, en perfecto estado de revista. Y lo último que vais a oír en
esta tierra es mi voz de mando. ¿Qué os parece la perspectiva?”.
La respuesta vendrá en las Navidades, cuando el
alcohol se alíe con la rabia y den muerte a su superior de una forma salvaje. A
partir de ese acto, la situación se volverá aún más turbia: la tensión de ver
que el enemigo no ataca, los remordimientos, el miedo a las represalias de un
posible Consejo de Guerra, las desconfianzas…
Con un manejo habilidoso de la psicología, Alfonso
Sastre nos pone ante los ojos a unos personajes que viven una situación límite,
que saca lo peor de sí mismos. La obra ha perdido mucha fuerza temática con el
paso de los años, pero ni un ápice de su intensidad anímica.
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