miércoles, 6 de julio de 2016

Los dioses cansados



Nuestro ayer no es un cofre de contenido homogéneo, sino un mohoso baúl donde cohabitan dos compartimentos estancos: en uno de ellos permanece, cobijado por una tela de seda o un plástico protector, el arco iris de un paraíso que nunca existió, pero que nos empeñamos en recordar con melancolía; en el otro, un espacio de sombra, cieno o pus que tapamos con arpillera y que nos negamos a recordar, para que su podre no nos infame. Fernando Pessoa, aquel genio que Portugal vio surgir y al que luego abandonó con el oprobio de su desdén, afirmaba que el poeta siempre es un fingidor. Pero el común de los seres humanos somos fingidores dobles: fingimos recordar un edén inexistente y fingimos olvidar los horrores que salpican y abochornan nuestro pasado.
Los protagonistas de la última novela de Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969) juegan peligrosamente a subir y bajar en un balancín inquietante: ¿es mejor enfrentarse a las ciénagas del ayer o sepultarlas con las arenas del olvido? ¿Conocer los actos de nuestros padres o abuelos nos ayudará a amarlos más o, por el contrario, arrojará una luz negra sobre el afecto que sentimos por ellos?
Nicolás Gallardo es un inspector de policía que, después de haber permanecido durante unos años en tierras alemanas, vuelve a la comisaría de Sevilla donde trabajó durante su juventud. El ambiente que se encuentra allí es hostil, porque algunos de sus antiguos compañeros le siguen recriminando sus comportamientos pretéritos; pero cuenta al menos con el apoyo incondicional de la comisaria, buena amiga de la adolescencia, quien pone en sus manos una investigación para que vaya acomodándose en su nuevo puesto: la muerte del exjuez y expolítico Leopoldo Barrena. Todo apunta a la idea del suicidio, pero existe la posibilidad de que no se trate de un fallecimiento voluntario. Nicolás entiende que se trata de un caso menor, con el que la comisaria pretende engrasar sus bisagras y permitirle un aterrizaje tranquilo en su nuevo entorno de trabajo, pero pronto comenzarán a surgir ramificaciones que irán enrevesando el asunto: un empresario que se dedica al sector de las cajas fuertes y que fallece en un accidente automovilístico, un hombre desesperado que tiene en su poder unos enigmáticos papeles por los que pretende conseguir cincuenta mil euros, fotos sobre las que el tiempo comienza a ponerse amarillo sin que pierdan su condición bochornosa, un constructor con más secretos de los que está dispuesto a admitir…

Dueño de una capacidad envidiable para construir novelas seductoras, Andrés Pérez Domínguez nos propone desde las páginas de Los dioses cansados (Alianza Literaria) una trama donde las pústulas del pasado burbujean entre la niebla y no permiten descansar a ninguno de los protagonistas. Somos (lo dijo Quevedo) presentes sucesiones de difuntos. Y a veces no encontramos al enterrador adecuado que nos alivie de esa carga.

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