viernes, 8 de julio de 2016

Un tranvía llamado Deseo



Stella du Bois vive en un ambiente familiar más bien chato, con su marido Stanley Kowalski (de procedencia polaca) y un bebé que crece en su seno. Atrás quedaron los días en que su hábitat era otro, cuando sus padres poseían la propiedad de Belle Rêve. Ahora, ha de convivir con vecinos gritones, vulgaridad ramplona y amigotes de su marido, que vienen a casa a jugar al póker y beber alcohol. No obstante, todo dará un vuelco cuando llegue a casa su hermana Blanche, maestra de escuela que decide instalarse unas semanas con ellos.
Desde el principio, la relación entre los dos cuñados será tensa, porque Blanche no manifiesta la menor simpatía por la persona que está “embruteciendo” a su adorada hermanita; y él no puede soportar sus aires de gran señora y de estirada y remilgada damisela. Harto de sentirse humillado en su propio hogar, Stanley decide investigar sobre el pasado de Blanche y descubre cosas más oscuras de las que ella está dispuesta a admitir. Cosas que, por supuesto, comparte con su amigo Mitch, que se ha comprometido sentimentalmente con la mujer. Ni ella es tan joven como quiere aparentar, ni su llegada a la casa de su hermana ha sido voluntaria: poderosas fuerzas la impulsaron.
La atracción física que su cuñado le produce supone además para Blanche un motivo de desasosiego, del que intenta mantenerse a distancia (“Con un hombre como Stanley, se puede salir... una..., dos..., tres veces cuando una tiene el diablo en el cuerpo. Pero... ¡Vivir con él! ¡Tener un hijo con él!”), pero que alcanzará un punto extremo cuando él la coja del brazo y la fuerce a entrar en el dormitorio. Quizá esa secuencia determine su comportamiento posterior hasta el final de la obra, donde irá mostrándose cada vez más errática y evasiva, hasta el instante en que venga el personal sanitario a llevársela.
Tennessee Williams nos plantea en esta obra una reflexión sobre las ilusiones que mantenemos en nuestro corazón, a pesar de que la vida se obstine siempre en golpearnos y rebajar nuestras expectativas. No hay fragancias parisinas en el cuello de Blanche, no hay millonarios esperándola para invitarla a un crucero, no hay un trabajo que la espere a su regreso, no hay esplendor familiar alguno (se ha perdido en el pozo del tiempo).

Una triste reflexión sobre la condición humana y sobre los clavos ardiendo a los que nos aferramos para sobrevivir.

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