Desde hace ya varios años, los libros del
guatemalteco Eduardo Halfon están imprimiendo un sello de renovación importante
a la literatura que nos viene desde el otro lado del Atlántico. Y no porque se
trate de un nuevo representante exitoso del post-boom, ni del post-post-boom,
ni de ninguna de esas tontunas que los críticos más desocupados inventan con
periodicidad. Se trata de que, simplemente, Eduardo Halfon es un formidable
narrador. Lo ha demostrado con libros como El
boxeador polaco o Monasterio, y
lo ratifica una vez más con los seis relatos que componen Signor Hoffman, publicado por la editorial Libros del Asteroide. En
ellos continúa desarrollando y ampliando en matices la fórmula que ya había
desplegado en obras anteriores: historias empapadas por detalles
autobiográficos, una cuidadosa selección de perspectivas y de secuencias, unos
personajes dibujados con pinceladas breves pero hondas y un estilo literario
que incorpora el sello inequívoco del autor. De este modo, los lectores siempre
se encuentran en una zona difusa, donde no saben qué porcentaje de lo narrado
corresponde a hechos “reales” (perdón por las comillas) y qué porcentaje hay
que etiquetar como hechos “ficticios” (nuevamente perdón por las comillas).
Pero lo que cuenta al final es que las seis piezas se ensamblan entre sí
formando una especie de gran retrato que deslumbra por su belleza y entristece
por la dosis de dolor que muestra... En “Signor Hoffman” nos habla de un
antiguo campo de concentración en la zona de Calabria, al que Eduardo Halfon
acude para impartir una charla; en “Bambú” lo acompañaremos en su coche en
viaje hacia la costa, para disfrutar de un día de baño que termina agriándose
por lo que allí observa; en “Han vuelto las aves” nos acercaremos al mundo
cafetero de Guatemala, con sus estafas, sus grandezas y sus miserias; en “Arena
blanca, piedra negra” tendremos que orientar los ojos hacia Belice, lugar donde
Halfon realizará una lectura en su universidad (si se lo permiten los
inconvenientes que irá encontrando por el camino); en “Sobrevivir los domingos”
conoceremos a Marjorie Eliot, que regala audiciones como homenaje a un ser que
ya no está; y en “Oh gueto mi amor” cerraremos el círculo volviendo a un
paisaje relacionado con la persecución de los judíos (el autor lo es)... En
resumen, seis facetas de un diamante purísimo, hermoso, extraordinario, que
conviene leer en consonancia con los libros anteriores de Halfon, y que seguro
que tendrá continuación en los que vengan a partir de ahora. Estamos ante uno
de los grandes.
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