Lo peor que
tiene la normalidad es lo mentirosa que resulta, la enorme cantidad de cieno
que esconde bajo su superficie anodina. Se ha dicho muchas veces que todos ocultamos
un esqueleto en el armario, pero no es exactamente verdad. Lo que ocurre es
que, más bien, cobijamos un cementerio. Basta con rascar en el interior de
nuestra biografía o en nuestro entorno para descubrir los perfiles del horror,
las miasmas de la indignidad, la fetidez del oprobio.
María del
Pilar González de Ayala es, a sus treinta y cinco años, una muestra
involuntaria de este juicio. Si tuviéramos que buscarle un parangón diríamos
que es la burbuja limpia que brota de un mar podrido, cuyo dios Neptuno es su
madre, una mujer despótica, altanera, clasista, homófoba y manipuladora, que
desde siempre ha controlado y ninguneado a su hija, negándole el derecho a
guiar su propia vida y condicionando todas y cada una de sus decisiones, de un
modo tan tenaz como enfermizo. Pero eso no es todo. No se acaban ahí los
problemas para la muchacha: alrededor flotan muchas más inmundicias y muchos
más secretos inconfesables (maridos que golpean a sus mujeres; novios que
abandonan casi al pie del altar a su pareja al descubrir su auténtica condición
sexual; psiquiatras que actúan de un modo indigno; militares que esconden en su
alma a psicópatas de una agresividad casi inconcebible; tres muertes que no
parecen en modo alguno accidentales; falsas ovejas cándidas que solamente al
final de la novela revelarán su condición abrupta…). En medio, ella sola. Y
cuando decide apartarse del sendero trazado y asir con determinación las
riendas de su propia existencia todo empezará a girar a su alrededor, a
enturbiarse, a enrarecerse. La frase “El toro por los cuernos” se convertirá en
un mantra que repite con afán galvánico y que le permitirá descubrir facetas de
sí misma que ignoraba poseer. En ese proceso valiente de enfrentamiento con
todo y contra todos descubrirá también que en nuestro entorno florecen las
rosas y las ortigas en idéntica proporción.
Escrita con
una impoluta elegancia y diseñada con gran inteligencia arquitectónica, esta
segunda novela de Mónica Rouanet nos sirve para que reflexionemos sobre el
poder que tiene la familia como elemento de coerción, y sobre la necesidad que
muchas personas sienten de exonerarse de sus ataduras y exigencias. María huye
del barrio de Salamanca, huye de su familia y huye de su presente infecto,
porque necesita encontrarse a sí misma, descubrirse en su auténtica dimensión y
determinar su situación real en el mundo. María sabe que su identidad y su
corazón son su propio tesoro, por más que hayan intentado convencerla de que
debe dejarse moldear por otros: su madre, su novio, la clase social a la que
pertenece.
Se lee en la Biblia que solamente la
verdad nos hará libres. Y María del Pilar, harta de que le dicten desde fuera
los cauces de su vivir, romperá con su entorno y, transformada en María,
avanzará con decisión por ese sendero.
Un libro
realmente bueno, que afianza la posición narrativa de la autora y que se puede
convertir en un regalo perfecto para estas fiestas, si tienen ustedes el buen
juicio de hacerse con él. Quédense con el dato: Mónica Rouanet. Donde la novela
tiene un nuevo nombre.
1 comentario:
Una genial obra que pone patas arriba el statu quo de la base social. En ella, no se admite sobre el desmedido poder del rol materno, sino que, además, deja ver el verdadero origen de los temores humanos. Lyda de Jericó
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