Llamadme ingenuo, si queréis. Me da igual. No tengo
empacho en reconocer que disfruto como un enano con las películas de
buscatesoros (tipo Indiana Jones) y con los libros donde se comentan enigmas
históricos, siempre que estén escritos con elegancia y con buena documentación.
Es lo que ocurre con La ruta prohibida (y
otros enigmas de la Historia ),
de Javier Sierra, donde me ha fascinado descubrir o redescubrir un elevado
número de curiosidades que aparecen rodeadas por la niebla.
Por ejemplo, que existen indicios más que
suficientes de que Cristóbal Colón pudo estar en América antes de 1992, siguiendo
la ruta trazada por otros; que existe la posibilidad de que los templarios
llegaran a América y fueran los hombres de blanco y con barba que allí se
asocian a los viracochas; que La Ilíada de Homero
está llena de códigos astrológicos; que el célebre cuadro velazqueño de Las Meninas es en realidad una representación
astronómica de la constelación Corona Borealis, demasiado meticulosa para ser
casual; que la religiosa sor María Jesús de Ágreda protagonizó asombrosas
bilocaciones que están muy bien documentadas; que los templarios adoraban al
parecer un enigmático cráneo que pudo ser el de Jesús; que los nazis peinaron
con todo escrúpulo las inmediaciones de Montségur en busca del Grial; que el
novelista valenciano Vicente Blasco Ibáñez era un reputado masón, al igual que
lo fueron muchos presidentes de los Estados Unidos (en sus billetes de dólar
hay pruebas gráficas que lo demuestran)...
¿Hace falta seguir? En el fondo, me da
aproximadamente igual que estas raras historias escondan una verdad histórica o
se limiten a ser episodios novelescos bien explotados por los estudiosos. Lo
importante es que me mantienen viva la curiosidad por las zonas periféricas; y
eso me encanta. Seguiré leyendo libros de esta temática cada vez que quiera
evadirme o disfrutar del mundo de la imaginación.
1 comentario:
Yo te puedo confirmar fehacientemente, que Colón estuvo en America antes de 1992. xD
Publicar un comentario