jueves, 27 de noviembre de 2025

Poemas de la oficina

 


Es difícil mantener los sueños (y ni siquiera la alegría de vivir) cuando se vive esclavizado por un trabajo estúpido, rutinario, absurdo, donde rellenas uno tras otro miles de formularios, realizas copias, archivas carpetas y te ves obligado a sonreír cuando el jefe llega después que tú, se va antes que tú y disfruta de más vacaciones que tú. Es la existencia gris del empleado del último peldaño, del tornillo más insignificante de la maquinaria, que el uruguayo Mario Benedetti retrata de forma impecable en estos Poemas de la oficina, donde se nos habla de ilusiones que se marchitaron y que, desde luego, no caben en el sobrecito marrón del sueldo; del ímpetu intacto que enarbola el recién llegado, que aún confía en alcanzar el éxito sentado frente a la mesa (“El nuevo”); del horario tedioso y sofocante, que parece estirarse como un chicle sin sabor (“Faltan para el domingo / como siete semanas”); de las esperanzas inútiles de felicidad, que se emplazan para el momento del retiro (“Pero el cielo de veras que no es este de ahora / ese cielo de cuando me jubile / habrá llegado demasiado tarde”); de la resignación, que cae sobre la cabeza del empleado como una ceniza gris (“Otro día se acaba y el destino era esto”); y de las breves sonrisas que brotan durante los quince días en los que se disfruta de vacaciones, tras los cuales se mira al calendario y se comprende que, otra vez, “aquí empieza el trabajo. / Mansamente. / Son / cincuenta semanas”.

Siempre resulta fascinante adentrarse por los libros de Benedetti, así que imagino que iré visitándolos todos. Espero poder hacerlo. Y que ustedes me acompañen.

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