sábado, 8 de noviembre de 2025

De dama a zorro

 


Resulta inevitable pensar en La metamorfosis, de Franz Kafka, mientras se lee la novela corta De dama a zorro, de David Garnett (a la que he tenido acceso gracias a la traducción de Enrique Murillo). Y no solamente porque nos encontremos con un personaje que se transmuta en un animal (eso también puede ser observado en La odisea, en El asno de oro y en otras fabulaciones), sino porque la carga reflexiva del texto se deposita sobre el modo en que tal cambio físico influye sobre las personas que rodean a la protagonista.

Aquí, de forma súbita, mientras pasea con su esposa Silvia por la campiña, el señor Tebrick se queda perplejo al comprobar que ella se convierte en un zorro. El asombro y la mudez lo paralizan, lógicamente; pero no puede haber lugar a dudas: el brillo que advierte en los ojos del animal y la forma en que se frota con su pierna le dejan claro que, bajo su pelo áspero y su olor acre, sigue estando el espíritu de su mujer. A partir de ese instante, su vida tiene que experimentar una aguda adaptación: mata a sus perros para que no dañen a Silvia (una escena harto cruel), despide a los sirvientes para que no adviertan la mudanza y, arrodillado, reitera ante el zorro sus votos de amor (“Te juro, cariño, que toda mi vida te seré fiel, te respetaré y te veneraré, porque tú eres mi esposa. Y no lo haré porque piense que Dios será compasivo y te devolverá a tu anterior forma, sino simplemente porque te amo”). La situación, tan compleja de sostener desde el punto de vista lógico, es aceptada sin cortapisas por el lector, que se deja llevar por el encanto narrativo de Garnett. Y, siguiendo la ruta trazada por ese encanto, admite también el cómico enfado de Tebrick cuando Silvia devora los alimentos de forma desagradable (“¿No te da vergüenza, Silvia, ser tan atolondrada, comportarte como una palurda sin educación?”) o cuando trata de jugar a las cartas con ella. Pero la situación se irá volviendo cada vez más cenagosa conforme afloren los instintos animales del zorro, que luchará para escapar del control de Tebrick y volver a su ámbito salvaje, como la naturaleza le dicta.

Un curioso relato, que nos invita a admitir el absurdo como una circunstancia plausible y que, a la vez, nos traslada interesantes reflexiones psicológicas sobre el ser humano.

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