Resulta
inevitable pensar en La metamorfosis, de Franz Kafka, mientras se lee la
novela corta De dama a zorro, de David Garnett (a la que he tenido
acceso gracias a la traducción de Enrique Murillo). Y no solamente porque nos
encontremos con un personaje que se transmuta en un animal (eso también puede
ser observado en La odisea, en El asno de oro y en otras
fabulaciones), sino porque la carga reflexiva del texto se deposita sobre el
modo en que tal cambio físico influye sobre las personas que rodean a la
protagonista.
Aquí,
de forma súbita, mientras pasea con su esposa Silvia por la campiña, el señor
Tebrick se queda perplejo al comprobar que ella se convierte en un zorro. El
asombro y la mudez lo paralizan, lógicamente; pero no puede haber lugar a
dudas: el brillo que advierte en los ojos del animal y la forma en que se frota
con su pierna le dejan claro que, bajo su pelo áspero y su olor acre, sigue
estando el espíritu de su mujer. A partir de ese instante, su vida tiene que
experimentar una aguda adaptación: mata a sus perros para que no dañen a Silvia
(una escena harto cruel), despide a los sirvientes para que no adviertan la
mudanza y, arrodillado, reitera ante el zorro sus votos de amor (“Te juro,
cariño, que toda mi vida te seré fiel, te respetaré y te veneraré, porque tú
eres mi esposa. Y no lo haré porque piense que Dios será compasivo y te
devolverá a tu anterior forma, sino simplemente porque te amo”). La situación,
tan compleja de sostener desde el punto de vista lógico, es aceptada sin cortapisas
por el lector, que se deja llevar por el encanto narrativo de Garnett. Y,
siguiendo la ruta trazada por ese encanto, admite también el cómico enfado de
Tebrick cuando Silvia devora los alimentos de forma desagradable (“¿No te da
vergüenza, Silvia, ser tan atolondrada, comportarte como una palurda sin
educación?”) o cuando trata de jugar a las cartas con ella. Pero la situación
se irá volviendo cada vez más cenagosa conforme afloren los instintos animales
del zorro, que luchará para escapar del control de Tebrick y volver a su ámbito
salvaje, como la naturaleza le dicta.
Un curioso relato, que nos invita a admitir el absurdo como una circunstancia plausible y que, a la vez, nos traslada interesantes reflexiones psicológicas sobre el ser humano.

No hay comentarios:
Publicar un comentario