lunes, 11 de diciembre de 2023

El último guerrero

 


Decía el perspicaz Francisco de Quevedo que no vemos nunca al ser humano que tenemos delante, sino que vemos solamente sus heridas. Quizá podríamos completar la sentencia barroca afirmando que, por detrás de las heridas, latiendo en lo más hondo y quizá explicándolas, suelen encontrarse nuestras pasiones. Esas pasiones constituyen la médula de nuestro ser, el torrente sanguíneo que nos mantiene con vida, respirando, latiendo. El problema es que, la mayor parte de las veces, esas pasiones constituyen un hálito invisible, que no puede ser observado a simple vista y que, en ocasiones, ni siquiera nos atrevemos a verbalizar. Marcos, el protagonista y narrador de la novela El último guerrero (que firma el periodista y escritor malagueño José Antonio Sau), constituye un ejemplo clarísimo de cuanto queda apuntado. En apariencia, es tan sólo un niño (y después un adolescente) que sufre graves episodios de acoso escolar por su condición de huérfano (su padre murió faenando en alta mar), su exceso de peso y sus estupendas calificaciones; pero también es un ser humano que, protegido por los novios Fabián y Marta, no puede evitar sentir envidia y celos del primero, así como un profundo amor por la segunda. En esa cruel situación, que se prolonga durante años, siente que su alma se encuentra resquebrajada: su gran amigo es su gran verdugo; su gran amiga es su gran paraíso inaccesible. Y la situación explotará cuando descubra que Fabián es, según le reconoce Marta entre lágrimas, un ser agresivo y libidinoso, que pretende mantener relaciones sexuales para las que ella aún no se considera preparada.

Con un eficaz engranaje novelesco, donde brillan varios personajes poderosos (el Capitán, la madre del narrador, los extorsionadores Pocaplaya y Pippen), José Antonio Sau nos plantea una honda reflexión sobre la forma en que administramos nuestras admiraciones y nuestros desdenes, que no siempre eligen con tino y justicia a la persona hacia la que se dirigen; y urde una tela de araña en la que consigue atrapar a los lectores, haciendo que su angustia crezca a la par que crecen las indecisiones de Marcos y sometiéndolos (tanto a los protagonistas como a los lectores) a una tensión punto menos que insoportable, sobre todo cuando advertimos cómo el chico está a punto de acometer una acción que nos provoca rechazo, porque comprometerá su futuro.

Siempre me ha gustado mucho este narrador. Y también esta vez lo ha hecho.

Búsquenla para Navidades.


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