Que
levante la mano quien no haya sufrido una herida. Que levante la mano quien no
se encuentre o se haya encontrado aturdido por el desorden durante una etapa de
su vida. Que levante la mano quien no guarde dentro del corazón o de la memoria
un buen caudal de lágrimas, de decepciones, de desgarros. Sería inútil que
esperase más tiempo: nadie la alzará. Tampoco podrían hacerlo, como seres
humanos que son, los protagonistas de la novela Del desorden y la herida,
que supone el debut en el género de Salva Robles, en el sello Talentura. Ya lo
conocía como poeta (Y tú, por tanto, otra cosa, que quedó consignado en
este Librario íntimo), pero ahora amplío mi juicio con sus páginas en prosa,
que son elegantes, sólidas y, sobre todo, están muy bien pensadas. Tres son los
factores que, en mi opinión, convierten este libro en una experiencia lectora
de primera magnitud: el primero es la forma en que construye a sus personajes,
dotándolos de un grave espesor de emociones, pensamientos y traumas. No son
planicies ni clichés, sino entes vivos, baúles llenos de sombras, pasillos que
necesitamos recorrer enteros para conocer sus auténticas dimensiones, árboles
con brotes verdes y también con ramas secas. Y lo más admirable es que realice
ese esfuerzo narrativo con una franja de edades muy amplia: desde adolescentes
que sufren acoso escolar hasta adultos traumatizados o devorados por la culpa.
En ninguno de ellos flaquea la exactitud del dibujo. El segundo factor
llamativo de la novela es el modo en que Salva Robles se acerca hasta los
dolores íntimos de sus personajes: con ternura, pero también con rigor. Para
mostrar la hondura de sus corazones tiene que usar (no hay más remedio) el
bisturí, aunque previamente anestesia y calcula: que no brote más sangre de la
necesaria, que no se inflija más dolor del imprescindible. Es un cirujano de
almas, no un matarife visceral. El tercer factor (el que conforma, a la postre,
el cuerpo visible de la novela) es el lenguaje que maneja, elegante y sólido,
como he indicado arriba: un perfecto equilibrio entre lo coloquial y lo culto
(cada personaje, su registro), un desarrollo rítmico de la prosa, una
utilización inmejorable de las revelaciones, los recuerdos, los porqués.
Si andan buscando para estas Navidades una novela que contenga amor, dolores, infidelidad, búsquedas, ilusiones, decepciones y una estructura que los mantenga pegados a las páginas, me atrevo a sugerirles esta.
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