Vuelvo a la narrativa de Joseph
Roth, quien en esta ocasión me entrega un relato que, traducido por Berta Vias
Mahou, publica el sello Acantilado con el título de El triunfo de la belleza.
En sus páginas encontramos la rotunda narración que el doctor Skowronnek, un
afamado ginecólogo, expone ante una persona sin nombre, a la que exhorta en voz
baja: “Escríbala algún día”. El protagonista de los hechos fue un amigo suyo,
joven atractivo, de buena posición económica y reverencial discreción (“El
plebeyo es ambicioso. El hombre verdaderamente noble es anónimo”), quien se
enamoró de una hermosa joven llamada Gwendolin, con la que contrajo matrimonio
al poco tiempo. Aunque todo parecía idílico en ese enlace, pronto las cosas
comenzaron a enrarecerse cuando Skowronnek descubrió de forma accidental que la
dama le estaba siendo infiel a su marido. ¿Cuál debía ser su actitud ante esta
infamia? ¿Mantenerse en silencio, para proteger la inocencia y la felicidad de
su amigo? ¿Descubrirle aquella atrocidad y exponerse a su dolor o su despecho?
Posteriores infidelidades de Gwendolin fueron agravando el sentimiento de
incertidumbre del doctor.
No obstante, el marido termina
por recibir la noticia y su reacción, tras la ira inicial, resulta
sorprendente: decide consagrarse en cuerpo y alma a su esposa (que además ha
sufrido una reacción psicosomática y se ha convertido en una enferma perpetua),
para recuperar su corazón. Se inicia así un período de servidumbre bastante
bochornosa, que terminará de forma abrupta cuando el pobre marido descubra que
ella repite la actitud infiel con un enfermero. Convencido de la promiscuidad
sensual de las mujeres, el doctor Skowronnek no se priva de rematar su historia
con un párrafo de agria misoginia: “Sonreíd, pensé. Sonreíd. ¡Girad, meceos, compraos
sombreritos, medias, baratijas! La vejez se os aproxima a toda velocidad. Un
añito más o dos, y ningún cirujano del mundo podrá ayudaros, ningún fabricante
de pelucas. Deformes, resentidas, amargadas, no tardaréis en iros a la tumba. Y
más abajo aún, al infierno. Sonreíd. ¡Sonreíd!”.
Una historia ciertamente dura,
que no se pierde en sutilezas, y donde la mujer no sale muy bien parada. Tan
interesante como polémica.
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