jueves, 17 de agosto de 2023

El triunfo de la belleza

 


Vuelvo a la narrativa de Joseph Roth, quien en esta ocasión me entrega un relato que, traducido por Berta Vias Mahou, publica el sello Acantilado con el título de El triunfo de la belleza. En sus páginas encontramos la rotunda narración que el doctor Skowronnek, un afamado ginecólogo, expone ante una persona sin nombre, a la que exhorta en voz baja: “Escríbala algún día”. El protagonista de los hechos fue un amigo suyo, joven atractivo, de buena posición económica y reverencial discreción (“El plebeyo es ambicioso. El hombre verdaderamente noble es anónimo”), quien se enamoró de una hermosa joven llamada Gwendolin, con la que contrajo matrimonio al poco tiempo. Aunque todo parecía idílico en ese enlace, pronto las cosas comenzaron a enrarecerse cuando Skowronnek descubrió de forma accidental que la dama le estaba siendo infiel a su marido. ¿Cuál debía ser su actitud ante esta infamia? ¿Mantenerse en silencio, para proteger la inocencia y la felicidad de su amigo? ¿Descubrirle aquella atrocidad y exponerse a su dolor o su despecho? Posteriores infidelidades de Gwendolin fueron agravando el sentimiento de incertidumbre del doctor.

No obstante, el marido termina por recibir la noticia y su reacción, tras la ira inicial, resulta sorprendente: decide consagrarse en cuerpo y alma a su esposa (que además ha sufrido una reacción psicosomática y se ha convertido en una enferma perpetua), para recuperar su corazón. Se inicia así un período de servidumbre bastante bochornosa, que terminará de forma abrupta cuando el pobre marido descubra que ella repite la actitud infiel con un enfermero. Convencido de la promiscuidad sensual de las mujeres, el doctor Skowronnek no se priva de rematar su historia con un párrafo de agria misoginia: “Sonreíd, pensé. Sonreíd. ¡Girad, meceos, compraos sombreritos, medias, baratijas! La vejez se os aproxima a toda velocidad. Un añito más o dos, y ningún cirujano del mundo podrá ayudaros, ningún fabricante de pelucas. Deformes, resentidas, amargadas, no tardaréis en iros a la tumba. Y más abajo aún, al infierno. Sonreíd. ¡Sonreíd!”.

Una historia ciertamente dura, que no se pierde en sutilezas, y donde la mujer no sale muy bien parada. Tan interesante como polémica.


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