miércoles, 23 de agosto de 2023

Angelina o el honor de un brigadier

 


Una vez más (y las que quedan, espero) retorno a la literatura de Enrique Jardiel Poncela, uno de mis humoristas favoritos. Y lo hago en esta ocasión con su obra paródica Angelina o El honor de un brigadier, donde la incisiva pluma del autor nos invita a adentrarnos en un ambiente de 1880. Allí nos encontraremos con una serie de personajes que, bajo su aparente capa de seriedad, honorabilidad y status, resultan hilarantes en las manos del madrileño. De un lado, tenemos a don Marcial, el brigadier, un hombre campanudo, al que rodean dos mujeres más bien problemáticas: su esposa (que le está siendo infiel con el atildado Germán) y su hija Angelina (que está a punto de casarse con el ridículo petimetre Rodolfo). El problema se enturbiará cuando el amante de la madre… decida concentrarse en la hija. La muchacha, tan coqueta como inestable, admitirá el acoso del galán y se fugará con él; pero pronto comprenderá que las promesas escuchadas no tienen visos de cumplirse. Y, veleidosa, le formula la orden de devolverla a sus padres, para retomar la relación con Rodolfo, a quien intentará convencer de que fue raptada. Esa columna argumental, llena de vigor, situaciones equívocas, chistes ingeniosos y dobles sentidos, alcanzará su cumbre cuando el brigadier, decidido a defender el honor de su hija, rete a duelo al desahogado muchacho; porque todos los indicios le hacen descubrir que también ha sido el amante de su esposa.

Este drama de textura cenagosa y difíciles rumbos (¿cómo se perdona a quien te ha traicionado? ¿Con qué ojos se mira al ofensor, sin que la sangre hierva y las lágrimas inunden los ojos?) es conducido por Enrique Jardiel con mano sabia y humor saltarín. Eso lo libera de la típica pesadez calderoniana y, por instantes (hay burbujas psicológicas de muy notable calado, sobre todo cuando don Marcial reflexiona sobre la temperatura de su corazón), obliga a los lectores a sonreír, aunque el tema sea tan serio y tan amargo.

No voy a descubrir ahora (lo hice hace años) que Jardiel era un excelente escritor humorístico; pero lo que sí descubro en esta obra en verso es la aparentemente inagotable versatilidad de sus recursos. Y seguiré explorando otros libros suyos. Lo tengo muy claro.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Desde bien pequeño Jardiel Poncela me ha atraído. La culpa de ello es de mi padre que entre los escasos libros que tenía siempre los de Jardiel ocupaban lugar de preeminencia: sus prosas breves y ejercicios de ingenio contenidos en "Para leer mientras sube el ascensor", sus obras de teatro como "Cuatro corazones con freno y marcha atrás" o "Como mejor están las rubias es con patatas" (hoy sería impensable una obra y un título así) y naturalmente "Eloísa está debajo de un almendro" y alguna más que figuraba en ese volumen de obras completas que con tanto amor siempre tuvo mi padre.
Hoy, cuando vuelvo a Enrique Jardiel Poncela, me da la impresión de que el tiempo no le ha sentado del todo bien, que su humor absurdo basado en situaciones teatrales de alta comedia se ven como algo desfasadas. Pero pese a todo ello, para mí es uno de los autores de las estribaciones del 27 en el teatro de humor más interesante. Su lacra es y ha sido que políticamente se decantó claramente por la derecha y eso aún no se lo han perdonado muchos gestores de la cultura española.
Un fuerte abrazo, Rubén