viernes, 11 de agosto de 2023

El cuaderno gris

 


Durante varios meses (es el libro cuya lectura más he ralentizado y dosificado en mi vida), he ido avanzando por las páginas de El cuaderno gris, de Josep Pla (traducción de Gloria de Ros y su esposo Dionisio Ridruejo), que me ha dejado una hondísima impresión. No me consigo explicar cómo es posible que se pueda escribir así (y me refiero a la fluidez, a la naturalidad, al vocabulario, a la capacidad de observación y a la profundidad psicológica) con veintiún años. Me parece un auténtico prodigio, no parangonable con ningún otro volumen que yo conozca.

El 8 de marzo de 1918, justo el día de su cumpleaños, el escritor de Palafrugell abre un cuaderno y anota: “Decido empezar este dietario. Escribiré lo justo para pasar el rato, a la buena de Dios” (p.14). Y a partir de ese instante, como un río tumultuoso, Pla observa y anota: desde retratos personales hasta detalladísimos paisajes, sin obviar la política, el nacionalismo, la religión, el sexo o la enseñanza universitaria. El resultado es un fresco abrumador, oceánico, insuperable, en el que Pla no solamente coloca adjetivos después de los sustantivos, como tan socarronamente pregonaba, sino que muestra la gestación de un estilo realmente inconfundible, donde la sencillez brilla de hermosura. Aquí nos habla, como es natural, de sí mismo: de su vértigo (“Siempre me ha resultado insoportable. Soy un animal de tierras llanas o, como mucho, ligeramente onduladas: un animal horizontal”, p.20); de su fervorosa adicción al café y al tabaco; de sus preferencias amistosas (“Me ha gustado siempre convivir con personas de más edad de la que reza en mi fe de bautismo. Los jóvenes de mi edad me han aburrido siempre”, p.127); de las mujeres (“A mí, siempre me ha parecido que las mujeres hacen perder mucho tiempo. Me debo haber equivocado. Siempre me ha gustado más perder el tiempo vagando o escuchando o leyendo”, p.618); o de la pomposidad (“Desconfiad de las cosas vagas que se escriban con mayúscula. Son trampas para bobos”, p.307). Pero también nos deja reflexiones interesantes sobre D’Ors, el catalanismo, las flaquezas de los varones (“Los hombres quieren ser escuchados. Es lo que les gusta más. Les gusta más que el dinero, que las mujeres y que comer y beber bien. Un hombre escuchado se convierte en un presuntuoso absolutamente feliz”, p.46), la importancia de las obras literarias menores (“Los que se dejan influir por los grandes maestros demuestran tener una personalidad insignificante. Las influencias de obras más pequeñas, de radio mucho más corto, puede ser, sobre una personalidad adecuada, sumadas y bien digeridas, mucho mejores”, p.86), la etapa de la primera juventud (“La adolescencia es la época más triste y menesterosa de la vida porque es el período de las ilusiones continuadas sin tener ningún medio de realizarlas y, por lo tanto, sometidas a seguidas, pequeñas o grandes catástrofes”, p.593) o los gestores de la res pública (“No he comprendido nunca el interés que entre la gente suscitan los políticos, lo que se suele llamar el valor humano de los políticos. En cualquier otro estamento hay gente más valiosa”, p.293).

La aducción de citas podría eternizarse. Pla es un arrecife lleno de ostras perlíferas, donde la vista nunca cesa de recibir brillos. Podrían recordarse sus descripciones paisajísticas del Ampurdán o del mundo rancio de la universidad catalana, llena de estudiantes gamberros y de profesores ridículos (inevitable recordar El árbol de la ciencia, de Pío Baroja); la forma en que nos habla de las pensiones pobretonas donde hubo de hospedarse; e incluso del modo en el que el joven Josep Pla evitó un suicidio (creo que merece la pena copiar aquí esas líneas, sobre todo por la forma en que las cierra: “Conxita, la hija mayor de la patrona, se ha querido suicidar hoy, tirándose por la ventana del patio. Pasaba justamente por el pasillo, cuando he oído que alguien abría aquella ventana. Me he vuelto y he visto a Conxita con medio cuerpo asomado a la barandilla… He corrido y he tenido tiempo de cogerla por las piernas y meterla dentro. Poca práctica de tirarse por las ventanas. Se hace de otra manera”, p.441).

Chispeante, lúcido, madurísimo, laborioso, inteligente y panorámico, Josep Pla me deja boquiabierto con este libro. Qué absoluta maravilla. La obra de un gigante de las letras. Y con veintiún años. Qué cabrón.

1 comentario:

mariano sanz navarro dijo...

La traducción es magnifica, pero te aseguro que leído en catalán es insuperable.