Descubrir
que tu muerte está próxima y que el proceso que te llevará hasta ella no será
amable, sino degenerativo, humillante y gravoso para quienes te rodean ha de
ser un golpe cuyas dimensiones no me atrevo ni siquiera a imaginar. Pero
Jostein Gaarder, realizando un esfuerzo y tragando saliva, impone ese destino a
su personaje Albert, un profesor noruego de instituto que, mientras su esposa
permanece en un congreso científico en Melbourne, es informado por su doctora
del resultado final de las pruebas que se le han practicado en las últimas
semanas: padece esclerosis lateral amiotrófica. Irá perdiendo movilidad, irá
perdiendo el control de sus brazos y piernas, irá perdiendo el control de sus
pulmones (será conectado a un respirador)… Encerrado en la pequeña cabaña que
la familia posee junto a una laguna, Albert se ha dado un plazo de veinticuatro
horas para poner por escrito sus emociones y para “decidir si voy a seguir vivo
o no mañana por la noche” (p.49). Sabe que su organismo está “a punto de ser
refundido” (p.90); sabe que en nuestra existencia cada rato de felicidad está “envuelto
en una mortaja” (p.104); y sabe también que las personas creyentes “tienen,
casi como los niños, una inteligencia que es simplemente perfecta para la
alegría de vivir” (p.106). Por eso, mientras reflexiona sobre la vida y la
muerte, sobre los códigos impenetrables que han originado el universo, sobre
los enigmas del amor y de la finitud, sobre una traición amorosa que perpetró
contra su mujer (y que ahora se le antoja ridículo seguir ocultando), Albert se
dirige por escrito a los miembros de su familia y les pide “permiso para acabar
mi vida con dignidad mientras aún sea capaz de ello” (p.109).
La
idea de sumergirse en la laguna helada y no emerger lo tienta con una fuerza
arrolladora, pero la inesperada visita de un personaje al que al principio no
logra reconocer dará un vuelco a sus intenciones.
Una
novela breve, dura y desasosegante, en la que Gaarder esquiva con notoria habilidad
las tentaciones del melodrama, de la moraleja religiosa, del ternurismo y de
las salidas previsibles. Se lee con tanta conmoción como respeto.
1 comentario:
No conocía esta novela. Sí que conocía al autor por su famosa "El mundo de Sofía", obra que se vendió como una revolucionaria -novedosa, más bien- manera de acercarse al mundo de la filosofía.
El contenido de "Simplemente perfecto" parece desasosegante. Saber tu fecha próxima de disolución, de desaparición de este mundo, es algo que siempre que se lee o se ve en un film no podemos por menos que imaginar cómo sería en nuestro caso. Desde luego lo mejor es que no suceda pero por si pasara, me da que la lectura previa de este libro de Gaarder podría ser muy oportuna. Libros serios sobre este asunto que huyen de soluciones tiernas en exceso o que se refugian en la trascendencia religiosa creo que son muy necesarios.
Un abrazo, Rubén.
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