Las
manos de la abuela haciendo la cama, envueltas en el olor de un suavizante
único. La anciana enferma de cáncer que encuentra su sosiego y su sentido dando
de comer a los gatos callejeros, anónima y llena de amor. Un abuelo que cultiva
su huerto con unción casi sacerdotal, con silencios y ternura, con dignidad. La
“avería tozuda” que erosiona la mente de los locos, quienes son la piedra
angular de su barrio, de su pueblo. El cáncer del hijo mayor, que obliga a la familia
a vivir en la planta de oncología infantil durante dos años. La pandemia y su
horroroso zarpazo sobre las relaciones humanas. Esa persona anciana que vive
sus últimos tiempos, ignorando cuándo pasará “a la otra orilla de la
respiración”. El desvío estúpido de nuestro mundo, que ha olvidado nuestra
insoslayable caducidad y la esconde con gimnasios y teléfonos móviles, mientras
expulsa la finitud hacia los hospitales y los tanatorios, para camuflarla o
negarla (“Hace falta enseñar la mortalidad, devolver la agonía a un lecho
rodeado de familiares”). El infarto de la abuela a los noventa y un años, que
indica el final de un camino, el cambio de ciclo, un amanecer distinto.
Con
frases cortas, musicales, sobrias y perfectas, el granadino Jesús Montiel conjuga
todos esos elementos y los enhebra en un texto delicado, leve, que parece
tejido con alas de mariposa o copos de nieve, en el que reflexiona sobre la
vida y la muerte, sobre los errores de nuestro tiempo, sobre la dignidad de los
ancianos y la plenitud pura de los niños, sobre el silencio.
Pocas veces me he sentido tan impresionado por un libro.
2 comentarios:
La verdad es que impresiona el libro que hoy traes a tu blog, Rubén. Sabemos que somos finitos y que la finitud nos rodea en nuestros amigos, nuestros familiares, nuestra descendencia... Pero sí, vivimos como si fuéramos inmortales, como si la fiesta nunca se fuera a acabar. Pero yo me pregunto si será preciso o no tener el fin siempre en la cabeza. Creo como los estoicos que lo importante es, una vez sabido que un día impreciso todo acabará para nosotros, disfrutar del hoy con ganas, con alegría, con amor al mundo y a quienes nos rodean. Dejemos las salas frías de hospital para cuando no haya más remedio.
Un abrazo, amigo
Carai, que bien te sienta, terminar un libro y ver que lo has disfrutado hasta el punto de pensar que es de lo mejor que has leído.
Me lo llevo muy apuntado. Besos
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