Pepe
Ansúrez trabaja en un banco, se le reconocen ciertas habilidades como poeta
(aunque fácil resulta adivinar que se trata de un poeta provinciano y de escasa
altura) y mantiene un desencuentro continuo con su compañero Pedro López, al
que publican de vez en cuando algunos artículos en la prensa local. Su novia
(quien muy pronto se convertirá en su esposa) es Elisa Pérez, una chica vistosa
y bastante promiscua, que no duda en utilizar sus encantos sexuales para medrar
en el trabajo. Un día, Ansúrez proclama que ha tomado la decisión de redactar
una novela; y en su entorno se disparan las especulaciones e incluso las
alarmas. ¿Qué pretenderá contar en sus páginas? ¿Las intimidades eróticas de
quienes lo rodean? ¿Se tratará de una novela donde emita burlas sobre los
miembros de las cofradías de la localidad? ¿Incluirá venganzas personales?
¿Destapará trapos sucios de personas en apariencia intachables? Todos creen
conocer la verdad y emiten sus opiniones favorables o disconformes, pero lo
cierto es que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el proyecto original de Pepe
Ansúrez.
¿Se podía haber construido con este argumento y con estos personajes una obra llena de humor, de ironía, de sátira social o de aguda penetración psicológica? No me cabe la menor duda. ¿Lo consigue Gonzalo Torrente Ballester? Ni de lejos. La novela de Pepe Ansúrez, pese a su flamante premio Azorín (galardón que merece toda la credibilidad esperable del Grupo Planeta), apenas alcanza a convertirse en un chistecillo casi gracioso, por cuyas páginas se avanza con las cejas enarcadas y con la boca dispuesta para el bostezo. Es triste decirlo, claro está, porque Torrente no es un novelista de tercera fila, ni mucho menos; pero lo cierto es que de esta sugerente naranja narrativa el escritor gallego extrae el zumo suficiente para llenar medio dedal. Siendo generosos.
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