Mi
sentido arácnido de lector (que no juzgo infalible, pero que me permito creer
que tampoco es flojo) ya se disparó cuando leí las primeras páginas de Manuel
Susarte, en el verano de 2021 (Atropia, se llamaba el libro). Me pareció
detectar en ellas a un escritor sólido, notable y digno de atención, cuyos
méritos corroboré recientemente en su trabajo Literatura mínima. Y
ahora, después de pasearme durante una semana por el interior de Cuando
todos sean sombra (Cosecha Negra Ediciones), amplío y asiento mi juicio: es
un escritor muy sólido, muy notable y muy digno de atención. Ya lo tengo absolutamente
claro: no fue una impresión equivocada.
El
planteamiento de arranque de esta novela es perturbador: la policía comienza a
descubrir cuerpos de suicidas que, pocas horas antes de poner fin a sus vidas,
se tatuaron una imagen relacionada con el modo de su muerte: un faro (quien se
ahoga en el mar), una locomotora (quien se lanza al paso de un tren), etc. ¿Qué
diablos está ocurriendo? ¿Qué macabra conexión existe los dibujos y la manera
de escapar del mundo? Y, sobre todo, ¿qué protocolos nauseabundos vinculan al
tatuador responsable de las imágenes con el deseo de morir de sus clientes? El
inspector Imanol Ugarte, que se encarga del caso, está tan confundido como
nosotros; pero no dejará que la perplejidad lo bloquee. Ni siquiera cuando
descubra que en 1943 ya se produjeron unos hechos similares en la ciudad (siete
suicidas, tatuados con imágenes relacionadas con su muerte). Ni siquiera cuando
descubra que en 1903 también se produjeron siete suicidios con el mismo e
inquietante leitmotiv. ¿Un imitador? ¿Una cadena de homicidas que proceden
según un ritual cíclico y truculento? Permítanme que no les dé más pistas: la
genialidad de Manuel Susarte no merece que destripe su ingeniería novelesca.
Pero les aseguro que si acometen la lectura de esta obra no la olvidarán
fácilmente: ni por su lenguaje, ni por su estructura, ni por la sobrecogedora
explicación final, ni por lo que ocurrirá años después de que acabe la novela.
No lo duden: Cuando todos sean sombra, de Manuel Susarte (Cosecha Negra). Están tardando.
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