martes, 19 de julio de 2022

La certeza


Después de haber leído una gran parte de la obra de Eloy Sánchez Rosillo, observo con estupor que de casi ninguno de sus libros he confeccionado hasta ahora reseña en mi blog. Es difícil explicar el motivo. Quizá se trate de que al terminar quedo tan extasiado que se me olvida la menudencia de escribir sobre él, estropeando su belleza con la mediocridad de mis palabras. Quizá se trate de que he hablado tanto sobre la poesía de Eloy (sobre todo, con mis hermanos José Cantabella y Pascual García) que cualquier cosa que redacte sobre ella me suena a repetición, a banalidad, a algo ya expresado con una cerveza entre los dedos. O quizá se trate de que todos los libros de Eloy me parecen (y lo digo con elogio) el mismo libro, la misma cadencia, el mismo fluir de agua pura, serenidad, gratitud y melancolía.

Cuando llegué a la universidad de Murcia (1985), el nombre de Eloy corría en boca de los aspirantes a escritor, que comentaban con reverencia su premio Adonáis; luego, cuando estaba a punto de salir de sus aulas, ya había leído aquellos versos y sus páginas sobre Leopardi; y había contemplado muchas veces (siempre desde la distancia) su figura alta y elegante paseando por las calles de la capital al lado de Pedro García Montalvo. Sabía de sus meditaciones sobre el paso del tiempo, de sus versos rítmicamente impecables, de su admiración por los veranos y las muchachas en flor, por los gorriones y los balcones melancólicos, por las viejas fotografías y los recuerdos de la infancia. Más tarde, cinco o seis veces leí La vida, para explicarlo en las aulas de bachillerato; y me detuve en los poemas que hablaban de montañas subidas y bajadas, de músicas azarosas que traían antiguos rostros, de niños que se bañan en playas que parecen aisladas del tiempo, de invocaciones dirigidas a sí mismo. Después de cada poema, unos segundos de silencio (o unos días, tanto da). Y siempre la sensación de estar leyendo a un coloso de la sensibilidad, a un clásico vivo.

Cuento todo esto porque acabo de releer La certeza.

Pascual, si quieres nos reunimos para volver a comentar la obra. Dile a José que se venga. Yo voy metiendo cerveza al frigo.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

El plan que propones a tus 'hermanos' José y Pascual es tentador por demás. A mí Murcia me queda un poco a trasmano pero con cervecita en el frigo y buenos poemas entre las manos ganas dan de saltarse las limitaciones espaciales.
Me anoto para leer (a mí la poesía me gusta mucho) a Sánchez Rosillo pues sé de tu magnífico criterio literario, Rubén.
Un muy fuerte abrazo