domingo, 16 de enero de 2022

Prosas apátridas

 


Me aproximo por primera vez a un libro de Julio Ramón Ribeyro y me alegra la decisión de haber elegido estas Prosas apátridas, un conjunto de anotaciones que suponen reflexiones interesantísimas sobre la vida, la literatura, el ser humano, la música, el amor o el fracaso. Textos que el autor reunió en este tomo para “salvarlos del aislamiento, dotarlos de un espacio común y permitirles existir gracias a la contigüidad y al número”. Me encanta poder decir que buceando en ellos me he encontrado con un hombre inteligente, de gran agudeza filosófica y de fino trazo estilístico, que ha conseguido que alborote los márgenes de las páginas con asteriscos, exclamaciones y flechas laudatorias. Peruano y parisino, intelectual y esposo, paseante y empleado, melómano y ser abatido, fumador y padre, Ribeyro me ha convencido de la necesidad de acudir a otros volúmenes suyos, para ver si en sus cuentos y novelas despliega el mismo encanto que he podido encontrar en este tomo delicioso.

Y como más obran quintaesencias que fárragos (Gracián dixit), me ahorraré la tarea de ir explicando sus reflexiones y dejaré que, simplemente (brillantemente), sea su voz la que llene esta reseña: es el mejor modo de rendirle homenaje. Si se encuentran dispuestos a soportar una avalancha torrencial de inteligencia, pasen a la enumeración:

“¿Por qué dentro de cien años se seguirá leyendo a Quevedo y no a Jean-Paul Sartre? ¿Por qué a François Villon y no a Carlos Fuentes? ¿Qué cosa hay que poner en una obra para durar? Diríase que la obra literaria es una lotería y la perduración artística un enigma. Y a pesar de ello se sigue escribiendo, publicando, leyendo, glosando”. “Conocer el cuerpo de una mujer es una tarea tan lenta y encomiable como aprender una lengua muerta”. “El cuerpo de una mujer no tiene puertas, como el mar”. “La locura en muchos casos no consiste en carecer de razón, sino en querer llevar la razón que uno tiene hasta sus últimas consecuencias”. “Lo terrible sería que después de tantas búsquedas se llegue a la conclusión de que la historia es un juego sin reglas o, lo que sería peor, un juego cuyas reglas se inventan a medida que se juega y que al final son impuestas por el vencedor”. “La cultura no es un almacén de autores leídos, sino una forma de razonar. Un hombre culto que cita mucho es un incivilizado”. “Cada amigo es dueño de una gaveta escondida de nuestro ser, de la cual sólo él tiene llave e, ido el amigo, la gaveta queda para siempre cerrada”. “La muerte de un niño es un despilfarro de la naturaleza, la de un adulto el precio que se paga por un bien que se disfrutó”. “Para un padre, el calendario más veraz es su propio hijo. En él, más que en espejos o almanaques, tomamos conciencia de nuestro transcurrir y registramos los síntomas de nuestro deterioro”. “La información no tiene ningún sentido si no está gobernada por la formación”. “Nunca sabremos qué música era la que guardábamos”. “Las grandes obras de la creación humana, sean libros sagrados, poemas épicos, catedrales o ciudades, son anónimas. Lo importante no es que Leonardo haya producido La Gioconda sino que la especie haya producido a Leonardo”. “Nada me incomoda más que el ser tomado alguna vez como modelo de estoicismo. O como modelo de cualquier cosa”. “La mayor parte de nuestros actos son inútiles, estériles. Nuestra vida está tejida con esa trama gris y sin relieve y sólo aquí y allá surge de pronto una flor, una figura. Quizás nuestros únicos actos valiosos y fecundos han sido las palabras tiernas que alguna vez pronunciamos, algún gesto de arrojo que tuvimos, una caricia distraída, las horas empleadas en leer o escribir un libro. Y nada más”. “Vivir habrá sido para mí enfrentarme a un juego cuyas reglas se me escaparon y en consecuencia no haber encontrado la solución del acertijo. Por ello, lo que he escrito ha sido una tentativa para ordenar la vida y explicármela, tentativa vana que culminó en la elaboración de un inventario de enigmas”.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

"Para un padre, el calendario más veraz es su propio hijo. En él, más que en espejos o almanaques, tomamos conciencia de nuestro transcurrir y registramos los síntomas de nuestro deterioro" me parece brutal este párrafo, brutal.
Convencidísima.

Besos 💋💋💋