sábado, 15 de enero de 2022

El Estadio de Mármol


No tengo el menor problema en confesar en esta página (ni en ningún sitio) mis debilidades literarias, tanto positivas (Muñoz Molina, Cortázar, Borges, Pascual García, Delibes) como negativas (Mishima, Hemingway, Duras, Mendicutti). Y, desde luego, Juan Bonilla forma parte del primer grupo. Es un autor al que, tanto en su vertiente cuentística como en la novelística, he leído con creciente aplauso.

Ahora, cuando releo El Estadio de Mármol, descubro que mi admiración no sufre merma con el paso del tiempo. Al contrario. Tras bucear por este océano lleno de oyentes nocturnos de radio, estudiantes presuntamente geniales que alcanzaron notoriedad literaria plagiando relatos casi desconocidos, mujeres que se aferran al asombroso ejercicio de imaginar que su hijo muerto sigue con vida, jóvenes que se enamoran arrebatada y fervorosamente de su hermana, orgasmos que ocasionan transmigraciones anímicas, hombres que buscan a su expareja para pedirle un favor que afectará a la vida de su actual hijo, ingenieros que descubren cómo el vitíligo comienza a trastocar su vida o adolescentes que descubren con hondísimo horror que un muchacho de su mismo sexo las produce excitación, me doy cuenta de que la magia narrativa del jerezano no se agota en la primera lectura, sino que se mantiene incluso después, porque en el segundo paseo te das cuenta de cierta adjetivación que se te pasó por alto la primera vez, de un guiño humorístico que quizá ahora te hace más gracia o de la contundencia magistral con la que conduce las tramas y los devenires de sus personajes.

No sería descabellado reseñar en mi blog, durante los próximos años, todos los libros de Juan Bonilla.

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