Dedico
una tarde a pasear por los cuentos que Azorín reunió en su breve tomo Bohemia,
del año 1897. En ellos nos encontramos con una serie de propuestas en las que
el humor, la melancolía y el amor a la literatura mezclan sus caudales en
diferentes dosis, para verterse en ocho pequeños relatos con la inconfundible
marca azoriniana (frases cortas, adjetivaciones abundantes, paisajismo). A
veces, dominará un cierto humor amargo, como el que alienta en “Fragmentos de
un diario” (un literato-periodista que no tiene apenas para comer y que, tras
sufrir un desvanecimiento por inanición, tiene que ver cómo los demás atribuyen
su desmayo a una borrachera); a veces, se centra en la llorosa situación de una
mujer que, tras ser abandonada por su marido y haber criado sola a su hija, ve
cómo el desnaturalizado padre la reclama años después (“La ley”); o nos
conmoverá con el trabajoso suicidio de un paralítico que se siente un estorbo
para su familia (“Una vida”); o hará que nos llegue la tristeza cuando
conozcamos la historia de ese aspirante a escritor que, obsesionado con la idea
de escribir un libro sobre los colores y formas del entorno, nunca encuentra el
impulso ni el momento para ponerse a la tarea (“Paisajes”).
Pero quizá la historia más sorprendente (y también, creo, la que más se escapa de sus temáticas habituales) es la que lleva por título “Una mujer”. Apenas tres personajes intervienen con voz: el propietario de una funeraria, su esposa y el amante de ella. Durante todo el relato los protagonistas son los dos últimos, que se pierden en deliquios amorosos y en mimitos constantes… hasta que el marido regresa y el infortunado amante se ve obligado a esconderse en un ataúd, para no ser descubierto. ¿Advertirá el esposo la estratagema o conseguirán los amantes salir indemnes de la embarazosa situación? Azorín, habilísimo, nos ofrecerá una conclusión asombrosa, que ningún lector podría haber esperado.
1 comentario:
Muy olvidado tengo este libro tanto en mi mente con en mi estantería, porque sé que lo tengo pero no sé dónde... Sí ya lo sé, se merece una relectura.
Besos.
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