martes, 18 de enero de 2022

Hervaciana

 


Resulta evidente que la infancia constituye un reino que jamás se pierde del todo. Nos lo rescatan y mantienen vivo las fotografías, los vídeos y, sobre todo, aquellos recuerdos que se fijan a la memoria en forma de caras, lugares y situaciones que el paso del tiempo, pese a su condición de rodillo, jamás consigue destruir. En su libro Hervaciana, el extremeño Gonzalo Hidalgo Bayal explora el territorio de su ayer en el colegio de San Hervacio, donde permaneció interno mientras cursaba el bachillerato. Allí conoció a un grupo de chicos de su edad, con algunos de los cuales ha seguido manteniendo contacto y con otros que la vida le ha ido alejando con su eficacia implacable. Conectando el pasado y el presente, conocemos a Adames (que escribía unos versos bellísimos, pero que luego no llegó a publicar libro alguno), a Pastor (que sufrió la triste humillación de que ninguno de sus compañeros lo votase para pertenecer a su grupo), a Buendía (acusado de haber perpetrado un robo que seguramente no cometió), a Viñas (inteligente pero sin ambiciones académicas), a Calderón (atleta perfecto y estudiante perfecto, que gozaba de una popularidad tan elevada como su jactancia y su actitud chulesca), a Zamora (que se confesó autor, sin serlo, de una pintada bochornosa contra el padre prefecto), a Escudero (un idealista de izquierdas al que vida derrotó con su gris rotundidad inamovible), a Isidora (un amor imposible de juventud, que le fue arrebatada por un antiguo compañero de estudios y dejándole un dilatado poso de melancolía), al joven profesor de griego al que terminaron expulsando del colegio, a Saturnino (el portero retrasado)…

Las historias que va recordando Hidalgo Bayal son deliciosas, tiernas, irritantes, dulces o terribles, dependiendo del caso; pero todas están redactadas (marca de la casa) con una prosa inmaculada, un ritmo perfecto y un manejo inigualable del léxico, que combina lo culto y lo popular con auténtica maestría. Qué gusto da leer a quienes saben escribir. Y el escritor de Higuera de Albalat, desde luego, sabe.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Me encanta la portada, evoca tantos recuerdos aún sin haberlos vivido, ¿verdad?
Lo has hecho irresistible.

Besos 💋💋💋