martes, 8 de septiembre de 2020

Memoria de lo infinito




Abro un libro de poesía y leo los dos primeros versos que me propone el autor: “Todo lo amado es enigma / que nos preserva”. De inmediato, me detengo; y me cruza por la mente la idea de que un volumen que comienza con estas palabras no puede ser desdeñable, porque condensa en ocho palabras el significado pleno del amor, de la identidad, de la vida. Luego me basta seguir caminando por sus líneas para comprender que la primera impresión queda refrendada de inmediato por los poemas que, como postales o antorchas, van jalonando el tomo.
Juan Lozano Felices (Elche, 1963) va hablándonos en voz baja de soledades, de destinos torcidos, de “ese cristal raro llamado nostalgia”, de paisajes y músicas que llenan el ayer y el presente. Y lo hace con una dicción decantada y sabia, que rehúye el aspaviento y los barroquismos absurdos, consciente de que un corazón habla y, al otro lado, un corazón escucha. Y que ésa es la comunicación lírica e íntima por excelencia. “Escribo para tomar posesión / de aquello que perdimos”, nos dice el poeta, quien también deja anotado que quizá los seres humanos alcanzamos la auténtica felicidad “amándonos en minúscula”, entrando en  jardines y trattorias, caminando por playas, escuchando a Mozart, mirando la belleza sin límites de los ojos de la persona amada.
Eso no impide que, también, se acerque hasta la realidad inmediata del mundo, menos esplendorosa de lo que sería deseable (“En Alepo, el río baja lleno de barro / y cadáveres con las manos atadas a la espalda. / Nadie los podrá reconocer porque tienen / la cabeza destrozada por un tiro a bocajarro. / Y ahora pregúntame cuántos versos de sutura / le faltan al mundo para ser perfecto”). Pero de inmediato vuelve a su tarea luminosa y compone preciosidades como la que titula “Último día” o ese “Vers la flamme” que cierra el libro, una celebración lírica de la alegría del mundo, de su música, su arte y su esplendor de luces.
Dice Juan Lozano Felices, en la página 70 de este libro, lo siguiente: “Echo de menos no haber vivido / frente a una floristería”. El lector de Memoria de lo infinito lo tiene más fácil: sólo por el hecho de navegar por sus páginas ya vive frente a una.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Gracias por darme noticia de este poemario. Sólo con lo que expones y muestras en tu entrada ya me ha conquistado Juan Lozano Felices. Muchas gracias por ello.
Un saludo