Abro un libro de poesía y leo los dos primeros versos que me
propone el autor: “Todo lo amado es enigma / que nos preserva”. De inmediato,
me detengo; y me cruza por la mente la idea de que un volumen que comienza con
estas palabras no puede ser desdeñable, porque condensa en ocho palabras el
significado pleno del amor, de la identidad, de la vida. Luego me basta seguir
caminando por sus líneas para comprender que la primera impresión queda
refrendada de inmediato por los poemas que, como postales o antorchas, van
jalonando el tomo.
Juan Lozano Felices (Elche, 1963) va hablándonos en voz baja
de soledades, de destinos torcidos, de “ese cristal raro llamado nostalgia”, de
paisajes y músicas que llenan el ayer y el presente. Y lo hace con una dicción
decantada y sabia, que rehúye el aspaviento y los barroquismos absurdos,
consciente de que un corazón habla y, al otro lado, un corazón escucha. Y que
ésa es la comunicación lírica e íntima por excelencia. “Escribo para tomar
posesión / de aquello que perdimos”, nos dice el poeta, quien también deja
anotado que quizá los seres humanos alcanzamos la auténtica felicidad “amándonos
en minúscula”, entrando en jardines y
trattorias, caminando por playas, escuchando a Mozart, mirando la belleza sin
límites de los ojos de la persona amada.
Eso no impide que, también, se acerque hasta la realidad
inmediata del mundo, menos esplendorosa de lo que sería deseable (“En Alepo, el
río baja lleno de barro / y cadáveres con las manos atadas a la espalda. /
Nadie los podrá reconocer porque tienen / la cabeza destrozada por un tiro a
bocajarro. / Y ahora pregúntame cuántos versos de sutura / le faltan al mundo
para ser perfecto”). Pero de inmediato vuelve a su tarea luminosa y compone
preciosidades como la que titula “Último día” o ese “Vers la flamme” que cierra
el libro, una celebración lírica de la alegría del mundo, de su música, su arte
y su esplendor de luces.
Dice Juan Lozano Felices, en la página 70 de este libro, lo
siguiente: “Echo de menos no haber vivido / frente a una floristería”. El
lector de Memoria de lo infinito lo
tiene más fácil: sólo por el hecho de navegar por sus páginas ya vive frente a
una.
1 comentario:
Gracias por darme noticia de este poemario. Sólo con lo que expones y muestras en tu entrada ya me ha conquistado Juan Lozano Felices. Muchas gracias por ello.
Un saludo
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