Los
aforismos constituyen un terreno literario sumamente delicado a inestable en el
que, recordando y extrapolando una sentencia de Julio Cortázar, “regiones de
extrema delicia a las nueve y cuarenta virarán al desagrado a las diez y
media”. Y si no al desagrado (el sustantivo resulta aquí un poco excesivo), al
menos a la preterición. O dicho de un modo más llano: que la idea o la frase
que nos parece inconmensurable o bellísima al subrayarla en el libro puede
parecernos absurda, ñoña o inane seis meses después.
En todo
caso, confieso mi amor por los volúmenes que, como éste que acaba de editar el
sello Liliputienses, reúne un buen caudal de tales apuestas estilísticas e
intelectuales. Los amo porque me obligan a la concentración, me exigen lentitud
y me regalan pensamiento e inteligencia. El abulense José Luis Morante recopila
en 11 aforistas a contrapié un
admirable baúl de dardos, intuiciones, reflexiones y sentencias, que resulta
imposible resumir pero que facilita (doy fe) varias horas de silencio
enriquecedor.
¿Se puede
ofrecer un resumen o comentario que abarque todos los aspectos y bellezas de
este libro? No, de ninguna manera: resulta inviable. Pero sí que puedo elegir
tres aforismos de cada autor y mostrarlos aquí, como homenaje y como tentación
para futuros lectores. Espero que este paseo sirva como homenaje a los once
creadores:
Luis
Felipe Comendador (“Defínete y ya no podrás ser otra cosa” / “La diferencia la
marca quien insiste cuando todo está perdido” / “¿Si se rompe la rama… también
se rompe su sombra?”).
Karmelo
C. Iribarren (“Al viento, todas las banderas le parecen iguales” / “Primero los
pañuelos de papel, ahora los teléfonos inteligentes… Cada vez lo tiene más
difícil la lírica de los andenes” / “Las bellezas que no ves al primer golpe de
vista suelen durar más”).
Elías
Moro (“La duda es una herida siempre abierta; la certeza, una cicatriz cerrada
en falso” / “Me carcome la impaciencia por saber qué viejo error cometeré hoy
de nuevo” / “En la mirada del mendigo caben todas nuestras derrotas”).
Mario
Pérez Antolín (“De todos los muertos de una guerra, los verdaderamente
simbólicos son el primero, que se convierte en el atizador que aviva la riña, y
el postrero, siempre una baja evitable” / “Uno de los problemas estructurales
de la política es que quienes deciden no sufren los efectos adversos de sus
decisiones. El que no se priva no debería ordenar privación” / “Hemos dejado de
implicarnos en lo público para mostrarnos públicamente. De la lucha hombro con
hombro a la exhibición pantalla con pantalla”).
Felix
Trull (“¿Y si la duda no fuese un castigo, sino el supremo galardón de una
búsqueda milenaria?” / “Una certeza es una duda coagulada. Pero esto no es
seguro” / “Pensar es cambiar el sillón por una humilde silla de tijera”).
Ana Pérez
Cañamares (“Siempre que te vendes, eres barato” / “Las gaviotas de tierra
adentro son embajadoras de la posibilidad del mar” / “En nada pone el Sistema
tanto esfuerzo como en hacer pasar por honorables a los poderosos”).
José
María Cumbreño (“Planchaba las sábanas porque quería quemar los sueños que
habían quedado enredados en ellas” / “(Cama) Mueble donde el niño sueña, el
joven fantasea, el adulto duerme y el viejo recuerda” / “Cada palabra que
escribo no me vuelve más sabio sino más viejo”).
Luis
Arturo Guichard (“Cuando has aprendido que la mayoría de las respuestas no van
a gustarte, entonces haces sólo las preguntas estrictamente necesarias” / “Hay
dos tipos de amor: carnívoro y vegetariano. No, no se te permite elegir” / “El
paisaje es el arte de los pobres”).
José
Antonio Olmedo López-Amor (“La envidia es el homenaje interior que hacen los
mediocres contra su voluntad” / “Juramos amor eterno, siendo mortales. Qué más
se puede esperar de nosotros” / “Esencia del capitalismo. Cuando al cristalero
le hace falta dinero le regala a su hijo un tirachinas”).
Rosario
Troncoso (“Observar en exceso las cicatrices abre heridas nuevas” / “No soy
frágil. Colecciono agujeros” / “No se debe malgastar generosidad en la
admiración a personas equivocadas”).
Sihara
Nuño (“Primera lección: que no te vean; que no te huelan; que no te escuchen” /
“Mi miedo y yo coexistimos hace tanto tiempo que hemos aprendido a hacerlo con
respeto. En su justa libertad” / “Ningún silencio es absoluto”).
Seguro que, tras observar estas flores, quieren pasearse por el jardín entero. Les aseguro que no sería mala idea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario