viernes, 25 de septiembre de 2020

11 aforistas a contrapié

 


Los aforismos constituyen un terreno literario sumamente delicado a inestable en el que, recordando y extrapolando una sentencia de Julio Cortázar, “regiones de extrema delicia a las nueve y cuarenta virarán al desagrado a las diez y media”. Y si no al desagrado (el sustantivo resulta aquí un poco excesivo), al menos a la preterición. O dicho de un modo más llano: que la idea o la frase que nos parece inconmensurable o bellísima al subrayarla en el libro puede parecernos absurda, ñoña o inane seis meses después.

En todo caso, confieso mi amor por los volúmenes que, como éste que acaba de editar el sello Liliputienses, reúne un buen caudal de tales apuestas estilísticas e intelectuales. Los amo porque me obligan a la concentración, me exigen lentitud y me regalan pensamiento e inteligencia. El abulense José Luis Morante recopila en 11 aforistas a contrapié un admirable baúl de dardos, intuiciones, reflexiones y sentencias, que resulta imposible resumir pero que facilita (doy fe) varias horas de silencio enriquecedor.

¿Se puede ofrecer un resumen o comentario que abarque todos los aspectos y bellezas de este libro? No, de ninguna manera: resulta inviable. Pero sí que puedo elegir tres aforismos de cada autor y mostrarlos aquí, como homenaje y como tentación para futuros lectores. Espero que este paseo sirva como homenaje a los once creadores:

Luis Felipe Comendador (“Defínete y ya no podrás ser otra cosa” / “La diferencia la marca quien insiste cuando todo está perdido” / “¿Si se rompe la rama… también se rompe su sombra?”).

Karmelo C. Iribarren (“Al viento, todas las banderas le parecen iguales” / “Primero los pañuelos de papel, ahora los teléfonos inteligentes… Cada vez lo tiene más difícil la lírica de los andenes” / “Las bellezas que no ves al primer golpe de vista suelen durar más”).

Elías Moro (“La duda es una herida siempre abierta; la certeza, una cicatriz cerrada en falso” / “Me carcome la impaciencia por saber qué viejo error cometeré hoy de nuevo” / “En la mirada del mendigo caben todas nuestras derrotas”).

Mario Pérez Antolín (“De todos los muertos de una guerra, los verdaderamente simbólicos son el primero, que se convierte en el atizador que aviva la riña, y el postrero, siempre una baja evitable” / “Uno de los problemas estructurales de la política es que quienes deciden no sufren los efectos adversos de sus decisiones. El que no se priva no debería ordenar privación” / “Hemos dejado de implicarnos en lo público para mostrarnos públicamente. De la lucha hombro con hombro a la exhibición pantalla con pantalla”).

Felix Trull (“¿Y si la duda no fuese un castigo, sino el supremo galardón de una búsqueda milenaria?” / “Una certeza es una duda coagulada. Pero esto no es seguro” / “Pensar es cambiar el sillón por una humilde silla de tijera”).

Ana Pérez Cañamares (“Siempre que te vendes, eres barato” / “Las gaviotas de tierra adentro son embajadoras de la posibilidad del mar” / “En nada pone el Sistema tanto esfuerzo como en hacer pasar por honorables a los poderosos”).

José María Cumbreño (“Planchaba las sábanas porque quería quemar los sueños que habían quedado enredados en ellas” / “(Cama) Mueble donde el niño sueña, el joven fantasea, el adulto duerme y el viejo recuerda” / “Cada palabra que escribo no me vuelve más sabio sino más viejo”).

Luis Arturo Guichard (“Cuando has aprendido que la mayoría de las respuestas no van a gustarte, entonces haces sólo las preguntas estrictamente necesarias” / “Hay dos tipos de amor: carnívoro y vegetariano. No, no se te permite elegir” / “El paisaje es el arte de los pobres”).

José Antonio Olmedo López-Amor (“La envidia es el homenaje interior que hacen los mediocres contra su voluntad” / “Juramos amor eterno, siendo mortales. Qué más se puede esperar de nosotros” / “Esencia del capitalismo. Cuando al cristalero le hace falta dinero le regala a su hijo un tirachinas”).

Rosario Troncoso (“Observar en exceso las cicatrices abre heridas nuevas” / “No soy frágil. Colecciono agujeros” / “No se debe malgastar generosidad en la admiración a personas equivocadas”).

Sihara Nuño (“Primera lección: que no te vean; que no te huelan; que no te escuchen” / “Mi miedo y yo coexistimos hace tanto tiempo que hemos aprendido a hacerlo con respeto. En su justa libertad” / “Ningún silencio es absoluto”).

Seguro que, tras observar estas flores, quieren pasearse por el jardín entero. Les aseguro que no sería mala idea.

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