He tenido la suerte de leer varios libros exquisitamente
sensuales, relacionados con el universo del gusto (Como agua para chocolate), con el olfato (El perfume) o con el oído (los poemas de Ángel Paniagua o los
cuentos de Jorge Luis Borges). Pero creo que Dulce objeto de amor es el volumen más absorbente que, sobre el
sentido del tacto, he tenido hasta ahora la suerte de encontrarme.
Nos encontramos en la exclusiva cafetería del hotel Palace,
donde coinciden los dos personajes protagonistas de la obra: Verónica, hija de
un franquista chapado a la antigua y que trabaja como traductora de inglés, y Félix,
un maduro millonario de maneras encantadoras. Con una endiablada habilidad (que
Raúl Guerra Garrido construye sobre dos cadenas o columnas narrativas en
segunda persona, las cuales dibujan un admirable ballet alterno), vamos
observando cómo funcionan la mente de la chica (voluptuosa pero cauta) y la
mente del hombre (seductor pero lento). En este singular partido de tenis
novelesco seguimos a los protagonistas a través de la velocidad (salen del
Palace y viajan en el Lotus Esprit Turbo de Félix), del peligro (padecen un
intento de robo) y del lujo (la casa del millonario, auténtico museo de objetos
valiosísimos), hasta desembocar en el cénit sexual… Pero con desconcertad0
asombro comprendemos entonces cuáles son los auténticos impulsos que palpitan
en la mente del maduro protagonista.
Dispóngase, quien entre en la novela, a descubrir sedas y
marfiles, matrioskas y cristales de Bohemia, cuadros delicados, estatuillas
antiquísimas, sábanas de hilo, objetos de la dinastía Ming, ópalos y sándalo.
Todo un prontuario de bellezas sensuales que nos permiten descubrir la textura
anímica de Félix y las razones de su comportamiento erótico.
Poco se insiste en la grandeza literaria de Raúl Guerra Garrido, que obras como ésta (donde se disecciona con brillantez una inquietante patología) ponen de manifiesto.
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