Pablo es un niño que se encuentra postrado en una
silla de ruedas, porque nació con espina bífida e hidrocefalia (EBH). Pero,
contra todo pronóstico, no tiene un problema con ese asunto, ni es un niño
triste o solitario, ni sufre marginaciones. Las personas que lo rodean (sus
padres, sus amigos del colegio) han conseguido construir a su alrededor una
atmósfera de normalidad tan deliciosa que en nada se diferencia su peculiaridad
corporal de otras que tiene a su alrededor. Emilio Soler, el autor de esta hermosa
historia, lo condensa en la primera página del relato con una imagen muy
atinada, donde nos ofrece la imagen contrapuesta de dos de los protagonistas:
“Pablo tiene espina bífida y se desplaza en silla de ruedas; Marcelo lleva unas
gafas redondas con montura azul”. Es decir, todos necesitamos algún tipo de
ayuda (gafas, medicaciones, audífonos, muletas, prótesis, aparatos dentales), y
eso convierte a los seres humanos en una cofradía de seres gloriosamente
imperfectos, cuya mayor virtud debería consistir en la bondad en el trato con
los demás.
Un día, mientras acompaña a sus amigos de camino al
parque, Pablo contempla con admiración a unos patinadores... y concibe una
idea. Pero en lugar de contársela de inmediato a Marcelo, Ángel, Marta y Julia,
preferirá que sea un secreto durante varios días. ¿Qué estará tramando, con la
ayuda de su padre?
El cuento, que edita la Federación Española
de Asociaciones de Espina Bífida e Hidrocefalia (con el apoyo de varias
entidades colaboradoras), está ilustrado por Álvaro Peña, siempre seductor en
el manejo de los colores y la expresividad de sus personajes. Así, entre la
excelente propuesta narrativa de Emilio Soler y el magnetismo plástico de
Álvaro, se consigue un texto muy hermoso, que merece la pena tener, leer y conservar.
1 comentario:
Me encantan los cuentos, y en especial todos los que van destinados a una muy buena acción ¿Qué mejor que contar la historia de un niño que a través de un cuento?
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