viernes, 24 de junio de 2016

Muerte en el 'reality show'



La imagen del escritor encerrado en su propio mundo, ajeno a sus semejantes y distante de todos ellos (la célebre y repetida torre de marfil de la que hablara Alfred de Vigny), ya no es tan universal como lo fuera en tiempos. A algunos escritores de no pequeña fama les ha apetecido abrirse al entorno, a sus temas, a sus gentes, a sus inquietudes. Y así han surgido obras donde no solamente contaba la voz del fabulador sino también la de los hipotéticos lectores, que se sumaban al proyecto narrativo dando sus opiniones y consejos.
Durante el verano de 2003, la divulgada revista El Semanal le propuso al madrileño Lorenzo Silva que elaborase un relato para irlo publicando por entregas. Y al famoso novelista (que ya contaba con el premio Ojo Crítico y con el Nadal, y que pronto obtendría el Primavera) se le ocurrió pedir la colaboración de quienes fueran leyendo el texto, para que le enviaran sugerencias, direcciones narrativas, cambios psicológicos de sus personajes, posible final, etc. Es decir: requirió de ellos que se implicaran en la novela como participantes activos y decisivos.
Así surgió Muerte en el reality show, una novela corta editada en 2007 por el sello Rey Lear, con ilustración de cubierta a cargo de Miguel Ángel Martín, y que nos traslada un argumento fascinante: Shania, una de las protagonistas del reality show Pareja Abierta, ha sido encontrada muerta. Se ha electrocutado en el jacuzzi que tienen instalado en el plató. Y los pegotes de plastilina que cubren las cámaras de vigilancia permiten deducir que se trata de un asesinato. La juez Tortosa y el comisario Fonseca serán los encargados de llevar la investigación, a base de interrogatorios con los que irán acorralando a la persona responsable. Las cosas que irán descubriendo no sorprenderán a ninguna persona aficionada a este tipo de concursos televisivos: macarras malhablados y sin educación, muchachas que rozan (o hacen bandera de) la procacidad, infidelidades sexuales, peleas en horas de máxima audiencia y todo ese tipo de quincallería para espíritus exquisitos. El final de la novela acabará por desvelarnos la identidad de la persona culpable. Y sus motivos.

Lorenzo Silva, hábil en el manejo de los diálogos y de las situaciones, consigue con esta obra una novela tan inusual como sorprendente.

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