La editorial Candaya tuvo hace unos años la feliz
idea de publicar, bajo el título de Desplazamientos
y con prólogo de Juan Antonio Masoliver Ródenas, una serie de poemas de Pedro
Serrano, que muestran lo más exquisito de sus últimos veinte años de producción
literaria.
Estamos ante una obra densa y conceptual, de no fácil
lección, pero que en modo alguno podríamos tildar de fría o inaccesible. Se
trata más bien de que las emociones del poeta se encuentran codificadas bajo símbolos
pudorosos, donde la exactitud emocional se combina con unas palabras y unas imágenes
que protegen la desnudez de la confidencia. El poeta quiere comunicarnos su
interioridad, pero elige unos métodos casi algebraicos para proceder a esa dación
(ya explicó una vez el argentino Jorge Luis Borges que la matemática cerebral
de sus versos no era sino una forma de la timidez y de la reserva). Los poemas
que aquí nos ofrece Pedro Serrano son de una hondura geológica, arrancados del
alma como quien alivia minerales de una cueva profunda (“A veces el poema de un
derrumbe, / un lento y doloroso desprendimiento, / una oscura y escandalosa caída
de piedras”, p.34), que contienen hallazgos literarios de primera magnitud y de
sorprendente viveza, como cuando nos susurra que “la indiferencia huele a
fotocopia / y mantequilla rancia” (p.68), o cuando juega con algunas
paronomasias significativas y nos dice que en algunos lugares “la hierba hierve”
(p.99).
La poesía, en fin, entendida como búsqueda, como
rastreo, como ansiosa palpación desesperada, para lograr “en uno mismo al fin
morder el centro” (p.72) y conseguir de esa forma que el alma del poeta logre
evadirse de “la mustia mediocridad” (p.105) que a todos nos circunda y amenaza.
Pero que nos espanten los lectores menos avezados o
menos animosos, porque el volumen también contiene deliciosos versos de amor,
bellísimas alturas metafóricas, ritmos cautivadores... e incluso algún poema de
explosivo humor, como el que puede consultarse entre las páginas 158 y 159, con
el título de “El arte de fecar”, donde las sonrisas y aun las carcajadas brotan
de cada estrofa.
Añádase a la edición primorosa (el sello Candaya trabaja
con una seriedad y una exquisitez que ya quisiera para sí otras editoriales) el
hecho de que, al final del tomo, se incluya un CD con 21 poemas leídos por el
propio autor, y ya lo tendremos todo en nuestras manos: un libro hermoso, una
interesante voz de poeta (leída y escuchada) y continuos fulgores líricos,
brotando de cada página. Les aseguro que no se arrepentirán si se deciden a
leer esta obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario