Hay volúmenes que, simplemente leyendo su título,
impresionan. Es el caso de éste. Es tal la envergadura del proyecto, tan vastas
sus ramificaciones, tan escandaloso el volumen de obras que debían ser analizadas,
que no queda sino maravillarse de que el equipo de investigadores que han sido
reunidos en este tomo haya logrado culminar su empeño con tan excelsa eficacia.
Se trataba, en suma, de comprobar que “la presencia de la Biblia en la literatura
hispanoamericana es una dimensión al mismo tiempo obvia y oculta, oculta y aun
escamoteada” (p.9) y que, por tanto, convenía aplicarse a una investigación
donde quedasen reflejadas las influencias que este texto religioso desarrolló
en las páginas de novelistas, poetas, dramaturgos y ensayistas del Nuevo
Continente desde finales del siglo XV hasta la actualidad.
La investigación comienza, lógicamente, con la
figura del almirante Cristóbal Colón, que solía utilizar abundantes citas y
observaciones relacionadas con la
Biblia en sus manuscritos, y luego se prolonga por los
cronistas de Indias (Bartolomé de las Casas o fray Bernardino de Sahagún), el
teatro barroco o sor Juana Inés de la Cruz. Pero quizá la parte más interesante para
los lectores menos especializados comienza a partir de la página 222, cuando
los analistas se sumergen en el estudio del Modernismo y el siglo XX, poblado
de nombres que resultan imborrables en la tradición literaria. Así, descubrimos
que una de las primeras lecturas enjundiosas que Rubén Darío abordó en su
juventud fue, precisamente, la
Biblia (p.225); que los estudiosos de la poeta Gabriela
Mistral, premio Nobel de Literatura, “han subrayado la gravitación de la Biblia en el universo
imaginario de la autora” (p.284);; que en las novelas del cubano Alejo
Carpentier “la Biblia
se cita repetidas veces, ora de forma explícita, ora de forma alusiva” (p.379);
que la presencia de esta obra es también frecuente en los versos de César
Vallejo, quien “se educó en una familia muy religiosa en la que sus dos abuelos
fueron sacerdotes” (sic p.457); que la Biblia “es sin duda el texto al que Borges alude
con mayor frecuencia” (p.475) o que el chileno Pablo Neruda sintió durante toda
su vida “una intensa devoción hacia ese libro sagrado, probablemente por su valor
humano y literario más que por razones religiosas” (p.501).
Por supuesto, a este reducido grupo de escritores
(seleccionados por la comprensible brevedad de una reseña) podríamos añadir
también los nombres de Miguel Ángel Asturias, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa,
Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos u Olga Orozco, por
centrarnos tan sólo en los autores del siglo XX, y aún dejaríamos fuera a
docenas de otras figuras de importancia crucial en el desarrollo de las letras
sudamericanas.
Este espectacular recorrido, que la editorial
Trotta publica de forma bellísima en un sólido formato de tapa dura y que
comento con auténtico placer, ha sido coordinado por Daniel Attala (Universidad
de Bretagne-Sud, Francia) y Geneviève Fabry (Universidad Católica de Lovaina,
Bélgica) y en él participan un total de veintidós reputados especialistas cuyas
aportaciones arrojan luz sobre zonas muy interesantes de la literatura
hispanoamericana de todos los tiempos.
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