Conocí la
obra de María José Sánchez Vázquez de un modo casual, gracias a mi amigo
Pascual García, que me puso en las manos El
sembrador de sueños y me recomendó su lectura. Desde entonces he tenido la
suerte de leer y tratar a esta poeta de Moratalla, alma dulce y sonrisa de paz,
a quien resulta impensable representarse en la memoria sin que a su lado esté
Matías, bastión, solicitud, compañía y amor.
Ahora María
José vuelve a hacernos felices a los lectores publicando un texto de gran
originalidad que se titula MecCano
poético, que tiene mucho de juego y de demostración lírica. En sus páginas,
la autora se atreve a experimentar con muy variados moldes estróficos y
métricos, de los que siempre obtiene resultados muy notables, tanto en los
trayectos cortos como en los de respiración más alta. Y esto nos sirve para
comprobar que su talento no circula por conductos de tipo convencional, sino
que se ensancha y diversifica por mil ramales. Aquí hay madera. Y no solamente
madera flexible de olmo o madera dura de fresno, sino todas las variantes.
María José decide en cada poema el tratamiento específico que éste le sugiere,
y lo hace con inteligente criterio intuitivo: rimas, acentos y vocablos se
alían en una danza cuyo ritmo decide ella con su batuta de maestra indiscutible.
No pierdan la oportunidad de acercarse hasta las páginas de este magnífico MecCano poético y seguro que me agradecerán la sugerencia.
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