miércoles, 4 de noviembre de 2015

Morir



El teatro de Sergi Belbel (Tarrasa, 1963) ha obtenido en los últimos veinte años múltiples reconocimientos dentro y fuera de Cataluña: premio Marqués de Bradomín (1985), premio Ciudad de Granollers (1987), premio Nacional de Literatura (1996)… En esta pieza a la que hoy me acerco (Morir: Un instante antes de morir, 1994) nos ofrece varias historias de muertes absurdas o banales, que se desglosan en escenas independientes: un guionista que, tras contarle a su pareja la idea que ha desarrollado por escrito durante la noche, sufre un infarto; un joven heroinómano que, después de discutir acremente con su hermana, se inyecta una dosis demasiado elevada de droga; una niña que recibe las recriminaciones de su madre y luego se atraganta angustiosamente con unos huesos de pollo; un profesor de instituto que cae por las escaleras y convalece aburrido en una cama de hospital hasta que le sobreviene un acceso de vómito que lo asfixia; una anciana que está convencida de estar viendo en la casa los fantasmas de su padre y de su tía; una pareja de policías que, después de saltarse un semáforo en rojo, atropellan con su coche oficial a un ciclista; un asesino a sueldo que está esperando a su víctima y que, antes de dispararle, le propone un juego macabro…
Pero de pronto, cuando el lector se encuentra desconcertado porque no detecta conexión alguna entre las historias (o ha aceptado blandamente que se trata de episodios estancos, a los que espera encontrar un sentido global), Sergi Belbel imprime un giro a la obra y comienza a desvelar sus trucos. Todos los personajes aparecen vinculados entre sí y sus peripecias dibujan una tela de araña que brilla de modo espectacular.
Convincente en la creación de personajes y sólido en el movimiento escénico de sus piezas, Belbel consigue elaborar un drama de factura anómala pero resuelto con una maestría indiscutible.

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