sábado, 14 de noviembre de 2015

Las tribulaciones del estudiante Törless



El director del instituto donde estudia el joven Törless lo resume muy bien en las páginas finales de la obra, cuando está interrogando al muchacho por su relación con las humillaciones que ha sufrido su apocado compañero Basini: “No sé verdaderamente lo que pasa por la cabeza de este Törless”. Así me he sentido yo como lector tras cerrar Las tribulaciones del estudiante Törless, de Robert Musil. No termino de asimilar al personaje, ni su vocabulario, ni su pensamiento. Se me escurre como mercurio. Tengo la impresión de que escapa a mi análisis.
Al comienzo, la novela parece presentarnos una acción sencilla: el modo en que viven en un instituto de elite unos jóvenes, que distribuyen su tiempo entre los estudios, los paseos por la campiña o las visitas a una mujer llamada Bozena (“Vil prostituta entrada en años”), que les depara unos leves escarceos sexuales. Pero un día se produce un hecho que les proporciona una distracción nueva: su compañero Basini ha sustraído de un arcón cierta cantidad de dinero; y quienes lo descubren (Beineberg y Reiting) se convierten en los sádicos torturadores del muchacho, que se somete a todo tipo de bajezas para que no lo delaten. Hasta ahí, todo parece sencillo. Pero el modo en que Törless se incorpora a los hechos es tan peculiar que los contamina de niebla. Empieza a hablarse de culpas, de almas, de hipnosis, de visiones morales desdobladas… y la trama comienza a diluirse, para transformar la obra en un tratado de psicología o mística que a mí, si he de decir la verdad, me ha provocado unos descomunales bostezos.
Leo en la Wikipedia que el muchacho protagonista “se ve confrontado a la sexualidad, la homosexualidad, la crueldad, el sadismo y el victimismo, la moralidad y la conciencia” y que “intenta un análisis racional de los hechos”. La primera frase la puedo aceptar, porque es así (aunque su formulación literaria me haya resultado tediosísima), pero la segunda es falsa. Törless bucea de noche y no entiende nada, como un pez abisal al que hubieran extirpado los ojos. Intenta entender y entenderse, pero lo hace con frases tan ampulosas, tan huecas, tan evanescentes, que no he terminado en ningún momento de saber qué diablos pasa por su cabeza. Como le ocurría a su director.

Por tanto, resumiré diciendo que quizá desde el punto de vista intelectual sea una obra muy jugosa o sugerente (no estoy en condiciones de valorarlo, ni me voy a esforzar lo más mínimo en hacerlo), pero que desde el punto de vista estético-novelístico me ha parecido un truño de mucho cuidado.

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